CABLE A TIERRA

Democracia es mucho más que votar

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En democracia se supone que, con mi voto, elijo libremente autoridades, en procesos electorales que son transparentes y confiables, que dan oportunidad a todos por igual, y con resultados que no se manipulan. Más allá del proceso, el verdadero valor intrínseco y transformador de la democracia está en la posibilidad de que esas personas electas tomarán medidas para hacer realidad la noción de “igualdad en dignidad y derechos de todas las personas” que es inherente al concepto. Significa que se vota por partidos y autoridades que emprenderán cambios sustantivos y necesarios en la sociedad creando salud, bienestar e inclusión. No votamos para mantener las cosas igual o, peor, para que nos arrastren al abierto y franco retroceso, como ya se está evidenciado en múltiples rankings de indicadores mundiales, de prácticamente cualquier tema de desarrollo.

' El TSE no tiene legitimidad ya para salvaguardar la transparencia de las elecciones.

Karin Slowing

Desde 1985 hasta las elecciones del 2011, siempre voté convencida de que lograr esos cambios era un proceso; que la democracia liberal estaba llena de imperfecciones y decepciones, sobre todo porque nos tocó la democratización del país en un contexto global y económico que debilitó el papel del Estado en el desarrollo, pero que, aun así, era mejor eso que la guerra y que vivir en dictadura; que mal que bien, se podía ir avanzando, aunque fuera paso a paso. Esa esperanza comenzó a ir en declive con las elecciones del 2015, pues para entonces ya estaba plenamente documentado el papel que juega el clientelismo político y el financiamiento electoral privado y el ilícito (de múltiples fuentes) en la distorsión de la “libre elección”; peor ahora cuando ya todas las instituciones que deben salvaguardar la democracia están cooptadas, capturadas y sometidas a la oligonarcocleptodictadura que destruye todo cuanto se había logrado construir de 1985 para acá.

En estas circunstancias, no sé cuánto entusiasmo puede generar el proceso electoral del 2023. Especialmente viendo ya el actuar con doble rasero del Tribunal Supremo Electoral; luego de lo que ha pasado en las comisiones de postulación, en el Congreso con la elección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, y luego de lo que ocurrió con la USAC.

Esta práctica de democracia electoral la pudrieron. Ahora es solo fachada hacia afuera, para seguir siendo “parte de la comunidad internacional”; y para acceder a mercados y a recursos. Paria hacia adentro, pues no importa ni la calidad ética y técnica de quienes se postulan; si representan o no a alguna parte de la ciudadanía (que no sea la oligonarcocleptocracia, por supuesto); mucho menos si lo que hacen genera más hambre, pobreza y desigualdad; si avalan una economía expulsa a la gente a migrar y presupuestos públicos para botín.

En estas elecciones solo se rotarán los rostros (no sea que nos comparen con la dictadura que se ha reelegido durante 15 años en Nicaragua), Al menos, así se pintan las elecciones desde donde yo las veo en este momento.

Difícil situación para los que pensamos que la democracia no es solo una forma de elegir sino es una forma de pensar y de actuar a partir de la comprensión y respeto al principio de que todos los seres humanos somos parte de la misma especie y que eso nos hace iguales en dignidad y derechos, a pesar de nuestras diversidades y de nuestras diferencias. En democracia, el voto es el principal instrumento para defender la democracia frente al totalitarismo. Pero, en el caso de Guatemala, se plantea el escenario de que montar el artificio que aun osan llamar “elecciones”, con un TSE ya sin legitimidad ni independencia, y cortes cooptadas, tan solo es maquillar como pseudodemocracia, la dictadura corporativa que ya implantaron.

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