CON OTRA MIRADA

Lucubraciones sobre el desarrollo de una idea

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El arquitecto Diego de Porres nació en Santiago de Guatemala, el 19 de noviembre de 1677. Hijo de Joseph de Porres y Teresa Ventura, fue uno de los más destacados del Reino de Guatemala. Murió el 25 de septiembre de 1741. En su testamento del 18 de septiembre de ese mismo año dejó asentado su deseo de ser enterrado en la iglesia parroquial de Los Remedios, en la capilla de San Lázaro.

' Aquella columna cónica, llevada a su máxima expresión formal, sintetiza su amplia experiencia constructiva.

José María Magaña Juárez

Joseph, su padre, fue el primer arquitecto mayor de la ciudad, nombrado por el Ayuntamiento en 1687, responsable del diseño y construcción de importantes edificios eclesiásticos como San Pedro, San Francisco, Catedral, Santa Teresa y Compañía de Jesús, entre otras; y desde luego, maestro de su hijo en el arte del diseño y la construcción.

Joseph empezó a construir Santa Teresa en 1683, y Diego, de 6 años, lo acompañó como un pequeño aprendiz. Cuando el templo se bendijo, en 1687, tenía 10, ya con ciertos conocimientos de la profesión. Cuando su padre empezó la obra de la Compañía de Jesús, en 1690, Diego, con 13 años de edad, siguió de cerca los trabajos hasta su terminación en 1698, con 21 años cumplidos.

En septiembre de 1701, Joseph colocó la primera piedra de La Recolección; el joven arquitecto tenía 24 años. Joseph murió el 17 de mayo de 1703, cuando apenas se iniciaban los trabajos, por lo que Diego se vio obligado a asumir la responsabilidad de dirigir aquella gran obra, tarea en la que puso de manifiesto su capacidad y amplios conocimientos, bajo cuya dirección terminó exitosamente en 1717, poco antes de los terremotos de San Miguel, del 29 y 30 de septiembre.

Apenas un mes después de la muerte de Joseph, el Ayuntamiento lo nombró con el honroso cargo de Arquitecto Mayor del Cabildo.

Pero volvamos a su niñez, cuando entre los 6 y 10 años de edad acompañó a su padre durante la construcción del templo de Santa Teresa (1683-87). Joseph, arquitecto renacentista, tenía clara conciencia de los cambios que el barroco gestaba en las artes menores. Para entonces había introducido cambios esenciales en los elementos compositivos en las fachadas de San Francisco y Catedral; entre estos, la pequeña hornacina sobre el arco del ingreso.

En el caso de Santa Teresa, la hornacina recuerda el pórtico del templo de Salomón —el santuario más importante del reino de Judá y del judaísmo hasta su destrucción en el año 70—, cuya puerta estuvo flanqueada por gigantescas pilastras. En este caso, el pequeño pórtico está escoltado por innovadoras columnas cónicas. Rica y delicada creación que sin duda quedó grabada en su memoria infantil, como vívido recuerdo de su padre y maestro; recuerdo que en su adultez y muy probablemente en homenaje a su memoria, plasmó de manera magnífica en su obra más emblemática, aunque no la última: el convento de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza —Capuchinas— 1731-36.

Aquella columna cónica, llevada a su máxima expresión formal, estética y funcional, sintetiza su amplia experiencia constructiva; conocimiento del comportamiento de los edificios ante las brutales fuerzas horizontales de los sismos y de cómo estas se transmiten verticalmente hasta el suelo.

Diego tenía 54 años de edad y, a mi parecer, alcanzó la cúspide de su carrera rindiendo homenaje a su padre y maestro. Dejó como herederos de sus amplios conocimientos a sus hijos Felipe y Diego Joseph; el primero, autor de la iglesia del Cristo Negro de Esquipulas, y el segundo, de la Catedral de León, en Nicaragua.

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.