En septiembre de este año, mientras estaba en Colombia siendo jueza en un evento, su nombre comenzó a resonar luego de haber sido enlistada en el Top 100 de los mejores chefs del año, según el certamen The Best Chef Awards, que ubicó a la guatemalteca en el puesto #98.
Por tercer año consecutivo, Débora también fue incluida en un listado propuesto por la Universidad de Ciencias Gastronómicas Española Basque Culinary Center para el ranking The World’s 50 Best Restaurants.
En el 2022, es parte de los emprendedores e innovadores, que incluye a personas de 30 territorios de todos los continentes vinculadas con la gastronomía, desde la producción, la tecnología, la educación o la ciencia, y aparece en la categoría de pioneros de la hospitalidad.
Débora confiesa que estos logros no serían posibles sin una ardua insistencia de su parte por entender la gastronomía local de Guatemala como otro valor importante para entendernos.
Durante los últimos 16 años, la chef se ha dedicado a impulsar una cocina que reconozca a productores locales, y también ha buscado nuevas formas de conectar con los platillos. La historia de Fadul y su trabajo destacaron también en el 2021, cuando fue parte de las nominadas al Latin America’s Rising Star Female Chef Award.
En el 2020, la misma organización propuso una categoría llamada El Espíritu de América Latina, una colección de restaurantes que encarnan el espíritu de la región en la que Diacá (proyecto gastronómico de Fadul), así como el restaurante guatemalteco Flor de Lis, del chef Diego Telles fueron seleccionados.
¿Cómo recibió la noticia de su nombramiento como una de las mejores chefs del mundo según The Best Chef Awards?
Muy contenta y sorprendida. Había sido nominada a principio de año y para elegir a los ganadores tienen que votar chefs, críticos de gastronomía, periodistas y también los cocineros nominados. Cuando me enteré estaba siendo jueza en un evento en Colombia y el teléfono no dejaba de sonar.
Creí que era una emergencia en Guatemala con mi familia o mi restaurante, pero luego me percaté que era Instagram. Luego de terminar el evento me di cuenta que me habían etiquetado y que había sido elegida en el puesto 98 de los mejores 100 chefs del mundo.
Fue algo muy bonito de ver porque The Best Chef Awards que es un proyecto europeo estaba viendo hacia nuestro país. Es genial que se le esté prestando tanta atención a Guatemala y a la región, porque en el total de la lista de chefs elegidos hay un 85% de europeos, y con este premio se le da visibilidad a los latinos. Ahora destaca como un tema importante el hablar sobre comida local.
¿Qué mensaje y responsabilidad significan estos reconocimientos para usted y Guatemala?
Cuando te enfocas en hacer las cosas bien y no perder el rumbo por pensar que algo está en moda. Hace 15 años que empecé a hablar de la naturaleza y de las plantas. Me veía como la niña que hablaba con el bosque y los árboles. Ahora, más personas están hablando de este tema.
No soy la primera ni espero ser la última. Muchos en Guatemala merecen ser escuchados en términos de regresarle el valor a las tradiciones, a lo mucho que nos perdemos y desvaloramos nuestros productos y a nuestros productores. Me alegra ser un canal para estas temáticas, y está dando de qué hablar. Guatemala es espectacular y somos dichosos de vivir en un paraíso gastronómico. Los productores hacen la mayoría del trabajo, y debemos respetarlo.
¿Para usted quiénes son los productores?
Ellos son los guardianes y héroes. La agricultura y todo lo que tiene que ver con la tierra es el motor principal. No funcionamos sin ese mundo, porque dependemos más de ellos que ellos de nosotros. Es un trabajo en equipo.
No debemos dejar que se acabe, porque algunos lugares están dejando de cultivar, en ocasiones porque salen a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. Empecemos a crear industrias e ideas que generen más trabajo que regrese al campo. Es un llamado para las personas que tenemos la oportunidad de generar proyectos que sean para bienestar del país.
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¿Cuándo se empieza a dar cuenta de este camino que quería seguir?
Hace 15 años me empecé a preguntar cuál era el verdadero papel de un cocinero en su comunidad, aparte de hacer pasar un buen rato a alguien. Me puse a dibujar y escribir lo que la cocina necesita y aquello que puede reparar y generar.
Desde los platos que utiliza, ingredientes, tipo de agua, dónde se ubica, la basura que se genera, los procesos de reciclaje. Tanto como la cocina puede reparar, también lastima.
Así, las decisiones que se toman deben encaminarse a reparar constantemente… Una constante de las personas al ver los ingredientes es preguntar de dónde son los ingredientes, y por ello me sumergí en compartirles que eran de Guatemala, porque pensaban que eran de Italia o España, y por ello me dediqué a hablar cada vez más de nuestro país.
Esto también inspiró al nombre del restaurante Diacá, expresando que todo esto es de acá. Es importante estar en comunicación con los productores y no decirles solo lo que necesitamos, sino saber qué tienen y con base en ello trabajar.
Los cocineros somos canales de comunicación de estos mensajes y en querer lograr entender constantemente que esto es de todos, que la conexión es constante, que nuestras acciones tendrán efecto de una u otra forma en todo y todos.
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¿Su niñez influyó en este proceso de vida?
Crecí en una casa donde me hacían cuestionarme todo. Si quebrabas una lámpara, hablábamos sobre por qué había pasado, para reflexionar. Siempre había una conversación con mis papás antes de llegar a una conclusión.
En casa se hacía mercado dos veces por semana, así que no había cosas empaquetadas, procesadas o importadas. Visitábamos a mi abuelita, y era un festín, porque ella hacía todo desde cero.
Usted ha estado involucrada en algunas labores sociales. Comparta más de ello y cómo ha influido en su vida.
Mi papá tenía una empresa que hacía programas educativos y se trabajaba en comunidades y áreas rurales, así que nos enseñó cómo hacer cosas para ayudar. He estado involucrada en varias organizaciones en las que he tenido el gusto de organizar un evento, alguna participación o compartiendo ideas.
Una de las últimas ocasiones tuve el honor de que me invitaran a abrir un restaurante en Good Hotel, el cual funciona y está construido para que monetariamente se apoye a la Fundación Niños de Guatemala, creada por Marten Dresen, y sostener esta fundación.
Así, por cada noche que se hospeda, se le da el apoyo a la educación de los niños. También he estado invitada al proyecto Los Patojos, en Antigua Guatemala, y es espectacular. Además, creamos Crece en Guate, para hablar de los productores, y están en una página para que las personas se contacten con ellos directamente.
¿Tiene proyectos futuros?
Todavía son secretos, pero la gran finalidad es conectar el campo con la ciudad. Los restaurantes en el futuro serán como templos para conectar a los habitantes de las ciudades con la tierra y las comunidades rurales, y funcionarán como un circuito de retroalimentación para motivar, crear y compartir valor con todos. Como cocineros, tenemos un papel más profundo en la sociedad, que todavía estamos empezando a definir y descubrir.
“Un ingrediente tiene el poder de transformar lugares, personas y mentes en cada mordida… Puede llevar a conectarnos, a recordar que todos estamos para entendernos y sentir en nuestra vida. Son los ingredientes los que nos permiten exponer la tierra tan rica en la que vivimos, la calidad de sus productores y el sabor que los suelos de Guatemala aportan a cada uno”.
Pasos de éxito
Débora Fadul después de estudiar cocina, fundó el catering Chef de Mon Coeur y más tarde el restaurante pop-up nómada y estacional EN, con tanto éxito que inauguró en el 2018 en la ciudad de Guatemala el restaurante Diacá, donde “utiliza la comida como medio para conectar a los comensales con valores y significados más profundos, como la nostalgia, el conocimiento ancestral, la cultura de la tierra y sus agricultores”.