PUNTO DE ENCUENTRO
Desinformación en tiempo de elecciones
La desinformación no es un fenómeno nuevo. La propaganda de guerra, el uso de rumores como estrategia política y la diseminación de informaciones falsas son recursos que se han utilizado desde hace siglos. Desde que la humanidad desarrolló el lenguaje como forma de comunicación, ya se conocía de su impacto en la sociedad. Sin embargo, el mismo se intensificó en tiempos recientes. El surgimiento del internet, de las redes sociales y de las plataformas digitales transformó la desinformación en un problema grave. “La velocidad, el volumen y la visibilidad de la información cambió de forma radical los impactos de la desinformación. “Hoy, la información falsa, engañosa o manipulada puede causar un daño potencial a la paz, a la democracia, a los derechos humanos y al desarrollo sostenible”, sostiene el académico brasileño Joao Brant.
Y no se equivoca. A partir de la aparición de los teléfonos inteligentes, del surgimiento de las redes sociales y de las redes privadas de mensajería, como WhatsApp, Signal o Telegram, recibimos una enorme cantidad de mensajes con información cuya confiabilidad está en duda. Y ese es el gran problema: en la medida en que las personas asumen como verdadera la información que reciben y toman decisiones a partir de ella, la desinformación puede tomar el control de sus vidas.
' La información falsa, engañosa o manipulada puede causar un daño potencial a la democracia.
Marielos Monzón
Un ejemplo muy concreto es el de la pandemia. Las teorías conspirativas alrededor del origen del virus estuvieron a la orden del día y muchas personas, influidas por los mensajes que circulaban en las redes o que les compartían en sus chats privados, se automedicaron, utilizaron productos que contenían cloro como tratamiento para el covid-19, o decidieron no vacunarse. “El hecho de que haya campañas antivacunas que puedan tener asidero en sectores de la población muestra cómo la disputa del orden de la verdad está plenamente vigente e instalada en el mundo entero, a punto tal de comprometer la vida misma de cientos de miles de personas”, sostiene el investigador argentino Martín Becerra sobre el impacto de la desinformación en la salud pública.
Ni más ni menos. Las noticias falsas, las campañas de desinformación y la información manipulada están influyendo la vida de las personas y de las sociedades. Hay una dimensión individual y colectiva que resultan impactadas por estos fenómenos.
No estamos hablando solamente de la cantidad de horas que pasamos utilizando los dispositivos móviles durante el día, que de por sí ya es excesiva, sino del cambio en la fuente principal para acceder a las noticias. La cantidad de personas que eligen las redes sociales como única vía para informarse, sin percatarse o interesarse por confirmar que las fuentes de las que provienen las noticias realmente existen o son medios de comunicación fiables, va en aumento. Y esto supone una enorme vulnerabilidad a la hora de tomar decisiones en ámbitos tan sensibles como el de un proceso electoral. El fenómeno de la desinformación en contextos electorales puede, incluso, distorsionar sus resultados. Hay ejemplos recientes sobre el impacto que tuvo el uso malintencionado de datos personales de los usuarios de la red social Facebook en las elecciones generales de Estados Unidos (2016), Brasil (2018) y en el bréxit del Reino Unido (2020).
En países como el nuestro preocupa, además, que de forma deliberada los actores políticos y económicos —y sus redes de troles— se dediquen a intoxicar el debate público, inducir y exacerbar la polarización y estigmatizar a distintos actores y sectores de la población para evitar abordar los temas importantes o de interés público que debieran ser los centrales en una campaña política. La manipulación de los procesos electorales, a través de estrategias de desinformación, afecta la legitimidad y el funcionamiento de la democracia y por eso se hace urgente su abordaje y discusión.