No fue un accidente el 1-2 contra el Brighton de hace una semana en Old Trafford. Tampoco fue una casualidad el declive del equipo en el tramo final del pasado ejercicio. No hay ni un solo aspecto que reconozca al actual Manchester United con su historia. Ni rastro. Tampoco de su capacidad millonaria, por más inversión que haya hecho en el último mercado.
Es un despropósito. Los rostros de impotencia, frustración o desesperación delatan una deriva desproporcionada a su plantilla, a fechas tan tempranas y a la expectación que debía despertar su nuevo ciclo. Y a la vista el próximo lunes ya asoma el Liverpool.
Lo describe la desolación de David de Gea, la impotencia de Ten Haag en el banquillo, con un gesto de negación que revela la incomprensión del entrenador con todo lo que sucedió en el primer tiempo en el estadio Gtech de Brentford, o las explicaciones que se pedían unos a otros y que no tenía ninguno de ellos. No es fácil entender para jugadores de tal calibre cómo se despeñó el United por la profundidad del precipicio más por sí mismo que por los méritos de su rival, que tampoco había hecho nada cuando alcanzó el 1-0.
El primer gol enfoca a David de Gea. Su grave error lo señala como el culpable del 1-0, que se le coló por debajo de su estirada cuando era una parada fácil. Hasta Dasilva, el lanzador del derechazo desde fuera del área, le sorprendió tal éxito. Era el minuto 10. Pero el 2-0 también propone al portero entre los responsables, por una salida de balón impropia de tal categoría, muy forzada, aún dentro del área -y de espaldas-, para Eriksen, al que le birló la pelota Jensen para batir a un guardameta vencido.
No se salvó nadie en el United. Su defensa es un chollo tan visible que cualquier equipo, cualquier futbolista, se siente hoy capaz de sobrepasarla sin limitación. A Lisandro Martínez, flamante fichaje por el que pagó 67 millones de euros, no lo señaló Ten Haag con su sustitución al descanso (también cambió al intermedio a Luke Shaw y Fred), sino el 3-0, cuando su nula contundencia en la pugna por el remate con Mee lo puso en evidencia, después de un saque de esquina al segundo palo que remató el defensa en el primero.
La pesadilla del United fue más allá: el 4-0 en el minuto 35. Surgió de un ataque propio, del despeje dirigido por Jensen desde su área para la carrera de Toney, que, ya en el otro campo, de primeras, divisó la carrera de Mbeumo, más rápido, más fuerte, más firme que Luke Shaw, para batir de nuevo a De Gea para completar la vorágine que retrató cuál es el momento del equipo de Manchester y Ten Haag, desbordado ante la secuencia de sucesos.
Primera parte para el olvido del Manchester United, 4-0.
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Tampoco respondió en ataque. La titularidad de Cristiano Ronaldo tampoco cambió nada. Dos cabezazos en el segundo tiempo. Poco más. Ni Bruno Fernandes ni Eriksen ni Rashford ni Jadon Sancho. Ni después Anthony Elanga, aunque ya salió cuando el partido estaba perdido, cuando la tormenta ya había arrasado en el primer tiempo al United, que no recibió más castigo después por un par de intervenciones de De Gea. Son cero de seis puntos en dos jornadas, directo al insoportable fondo de la clasificación. Muy expresivo.
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