CATALEJO
Los casos de Abe, Castillo, Johnson y nuestra realidad
El asesinato del ex primer ministro japonés Shinzo Abe, el secuestro de dos periodistas en Perú y las actuaciones de Alejandro Giammattei deben ser analizados para sacar conclusiones en varios asuntos. En ese orden: Japón es un país con un mínimo segmento poblacional con armas de fuego. Este asesinato conmocionó al país porque acabó con la vida de un hombre dedicado a servirlo durante largo y dificultoso tiempo, donde se necesitaba un estadista para lograr su actual primerísimo lugar en el mundo. Fue víctima del disparo de un hombre sin duda afectado por el actual endiosamiento de todas las armas de fuego, incluso las hechas en forma artesanal, como es el caso de este crimen.
' En resumen, en Inglaterra la política tiene normas y quienes las rompen, lo pagan.
Mario Antonio Sandoval
En Perú, la semana pasada dos periodistas de Cuarto Poder fueron secuestrados en Catamarca por una turba y obligados a leer en vivo un discurso en contra del periodismo dictado por el exaltado dirigente Mariano González, cabeza de la organización progobiernista, de izquierda fanática. La ira, amenazas de muerte, secuestro, robo de equipo y atentado contra la libre expresión nació por las investigaciones periodísticas de negocios realizados por una sobrina de la esposa de Castillo, a quien él llama hija. El mandatario está en proceso de investigación. Es clara prueba de una dictadura incipiente como las de Chile y Colombia.
La obligada renuncia del conservador Boris Johnson derivó de haber recibido dinero para terminar de remodelar su histórica oficina de 10 Downing Street, donde aún perdura el recuerdo de grandes primeros ministros, respetuosos de la dignidad de su cargo. El dimitente hizo once fiestas escondidas durante el tiempo de las severas medidas sociales debidas a la pandemia. Escapó de los efectos del voto de desconfianza parlamentario gracias a las acciones de un cuasi desconocido parlamentario, quien al final provocó la caída porque su última acción cuestionable fue emborracharse en un exclusivo club de Londres y manosear a dos hombres. Se disculpó, pero ya fue demasiado tarde. Al llegar a su casa, Johnson sin duda irá a comprar un peine.
En resumen, en Inglaterra la política tiene normas y quienes las rompen, lo pagan, así como quienes se burlan y mienten, como hizo Johnson al “fingir demencia” ante hechos y acusaciones. Pero nadie se queja, ni siquiera los afectados. La norma se basa en el sentido común y la tradición, tan importante en la sociedad inglesa. Es una monarquía y democracia, ambas con respeto a las normas, muchas de ellas representada por esa cabeza del gobierno cuyo título es Alteza Real. Todos tienen en su mente la idea de participar en el beneficio del país y los políticos luchan por lograrlo, pero no para el inmoral y total pillaje. Estas medidas sin excepciones e igualdad ante la ley son fundamentales. Hace años, un juez citó al primer ministro y su esposa porque el hijo de ambos, menor de edad, había sido sorprendido por la Policía manejando un vehículo con licencia vencida.
Guatemala debe ser comparada con esto. Acciones antihistóricas como destruir monumentos: decapitar las estatuas de Isabel la Católica, el jueves, y de José María Reyna Barrios, hace pocos meses. No rechazarlas o de hecho instarlas en las columnas de opinión es problema para quien lo hace, porque fomentar la acción de fanáticos individuales o en masa. Se debe instalar la democracia, hoy no existente. Luchar por la mayor unidad posible, no más división. Solo imaginemos si en esos países fuera construido con dinero público un camino para el nido de amor presidencial, por ejemplo. Para finalizar, el indudable peligro contra la libre expresión es evidente y quienes primero llorarán su ausencia serán los miopes y torpes intelectualmente beneficiados al eliminarla.