EDITORIAL
Se fortalece el turismo, pese a la abulia estatal
La devastación causada por la pandemia en el sector turístico y hotelero fue histórica y sin precedentes, debido a la profundidad del impacto: cientos de empresas de hospedaje y servicios relacionados cerraron, otras subsistieron a duras penas, con la consiguiente cauda de cesantía laboral e impacto en la economía de miles de hogares. No fueron solo los hoteles, sino también restaurantes, agencias de viajes, guías, artesanos, músicos, compañías de transporte y la lista sigue. Los subsidios ofrecidos por el Gobierno llegaron solo a un reducido número y en aquella agonía hubo duras decisiones: dedicarse a otra cosa o partir rumbo al Norte para poner pan en la mesa.
La recuperación ha sido lenta, pero firme. La promoción para relanzar al país como destino turístico, también. Entre falta de imaginación estatal y de recursos para potenciar nuevos destinos, así como una comunicación deficiente con quienes viven a diario el pulso de los intereses de visitantes, locales y extranjeros, el sector turístico renace de manera inspiradora. Los visitantes nacionales son la columna vertebral de este crecimiento que apunta ya a alcanzar las cifras del 2019, a pesar de la desatención a las principales carreteras que bien pudieron ser remozadas entre el 2020 y el 2021.
A la fecha hay tramos inconclusos, como el parchado entronque de Santa Lucía Cotzumalguapa en el km 92. Dicha conexión hacia Siquinalá carece de señalización: no hay ni líneas blancas en la carretera y por las noches se convierte en una peligrosa alfombra negra. Los hay también en la ruta Interamericana y al Atlántico. El factor vial es clave para el turismo, pero no parece ser una prioridad para un gobierno enfrascado en sembrar polarizaciones y culpar a otros de sus errores.
Las nuevas tendencias turísticas globales apuntan a una mayor competitividad de destinos que ofrezcan espacios abiertos, riqueza natural, histórica y arqueológica, que son los tesoros que Guatemala posee, pero que no por ello están acondicionados para recibir visitantes con seguridad integral, tanto en su desplazamiento como en su estadía y hospedaje. Tampoco existe una mínima campaña de educación ciudadana para potenciar la hospitalidad y la solidaridad con el visitante. La expectativa de llegadas desde el extranjero no puede ni debe centrarse solo en los maravillosos destinos tradicionales, sino en crear nuevas experiencias, recorridos y también posibilidades de emprendimiento para los lugareños.
El turismo comunitario es una rama que no debe estar asociada solo con parajes remotos. Con una política pública proactiva puede convertirse en una oportunidad de desarrollo humano para aldeas y comunidades de los cuatro puntos cardinales. Parajes naturales aptos para el avistamiento de aves, trayectos para bicicleta de montaña o el silencio para apreciar un bello paisaje pueden ser fortalezas enormes para Guatemala. Hay espacio para que grandes empresas inviertan en centros de descanso, y también para que familias o cooperativas brinden la experiencia de hospitalaria cotidianidad con calidad de clase mundial.
Pero para ello es preciso abrir la mente a la creatividad y romper cualquier conflicto de interés en la conducción estatal de la política de turismo. Así también, es importante dejar de autorizar talas, en teoría controladas, en áreas de la Biosfera Maya para proteger ese magnífico destino. Unos cuantos troncos pueden generar miles de dólares, pero esos mismos árboles en pie y bien custodiados por los pobladores pueden convertirse en cientos de millones de dólares y en un futuro más promisorio para el país.