De hecho, el desenvolvimiento de las principales variables observadas en el primer trimestre en Estados Unidos, obligó a las autoridades económicas a rebajar en 0.3% la tasa de crecimiento previsto para este año, e inmediatamente, en Guatemala también se revisó esa previsión a la baja, en 0.5%.
La razón es muy simple: Estados Unidos es el principal socio comercial del país, por lo que recibe y envía la mayor parte de las exportaciones e importaciones nacionales; también es el principal origen de la inversión extranjera directa, y durante los últimos 20 años, la nación desde donde se envía el 98% de las remesas familiares que se reciben anualmente y que incentivan el consumo interno de bienes y servicios, con todos los beneficios que ello implica.
Poco crecimiento y alta inflación
La recuperación pospandemia hizo crecer la economía estadounidense en 5.7% en 2021, luego de haberse contraído en -3.4% en 2020. La misma tendencia se observó en Guatemala, ya que la producción nacional en 2020 tuvo un desempeño negativo de -1.8% -según el resultado la revisión realizada en abril-, pero el año pasado fue de 8%.
En ese sentido, las economías avanzadas y emergentes presentaron un ritmo de crecimiento dinámico en el año anterior, pero ahora se pronostica una moderación.
Según datos oficiales que presentó recientemente la banca central en un foro con la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (Fundesa) sobre las perspectivas para este año, la economía de ese país estaría creciendo 3.7% y ya no 4%, como era la previsión de enero último.
Esto se confirmó en el primer trimestre, la economía norteamericana se contrajo 0.4%, a consecuencia del repunte de casos de covid-19 por la variante ómicron, sin contar la elevada inflación.
La cifra contrasta con las expectativas de los analistas, que habían anticipado un crecimiento del 1% en el arranque del año, y supone el primer registro negativo desde mediados del 2020.
La Oficina de Análisis Económico (BEA) destacó como factores de este retroceso los descensos en la inversión en inventarios y la reducción de las exportaciones, un reflejo de los persistentes problemas en las cadenas de suministro globales y las alteraciones provocadas por la invasión rusa de Ucrania.
También apunta en que ya expiró la mayoría de los programas de estímulo fiscal lanzados por el Gobierno federal para apoyar a las familias y negocios ante el impacto de la pandemia.
Entre los pocos elementos positivos figura la solidez del gasto de los consumidores, que supone dos tercios de la actividad económica en EE. UU., y que creció en el primer trimestre un 2.7%.
Esto, a pesar de que en marzo último el índice de precios al consumidor de Estados Unidos registró el mayor crecimiento desde 1981, alcanzando una variación interanual de 6.6%, influenciada por los efectos del conflicto Rusia-Ucrania.
Efecto transmisión
Un reporte del Consejo Monetario Centroamericano (CMC), indica que a partir del segundo semestre del año pasado se empezó a observar una aceleración en la inflación mundial, pero para el caso de EE. UU., pasó de tener una inflación de 0.6% en junio 2021 a un 7.5% en enero de este año (algunos señalan que fue de 8.54%), que eventualmente se trasladará a la región.
A la pregunta ¿a qué se debe esta aceleración en el aumento general de los precios a nivel internacional? se señala que, como sucede en la mayoría de los fenómenos económicos, no se puede atribuir a un solo factor, pero hay por lo menos tres causas que exponen esta coyuntura inflacionaria:
La primera es la interrupción en las cadenas de suministro, pues el transporte marítimo, que moviliza más del 80% del volumen del comercio mundial, ha tenido que enfrentar el colapso de puertos y la escasez de contenedores, traduciéndose en un aumento considerable en el costo de los fletes, que llegó a su cúspide en octubre 2021 con un aumento interanual de más de 350%.
En segundo lugar, la cantidad de dinero en la economía y la monetización del déficit, ya que todas las economías a nivel internacional implementaron medidas de estímulo, tanto fiscal como monetario, para mitigar los efectos de la pandemia.
Finalmente, el aumento del precio del petróleo, de la energía y de las materias primas, que han impulsado las presiones inflacionarias internacionalmente, lo que influye en los precios finales de alimentos, el petróleo y la generación de energía.
¿Qué efectos se pueden esperar?
Para la economía guatemalteca, ya se ha comprobado el efecto de la inflación importada, principalmente en el caso de los combustibles, que cada semana (con pocas excepciones) aumentan de precio, sin que el subsidio aprobado sea una ayuda significativa para los consumidores.
Esa situación también impactará en la estructura productiva del país, ya que los derivados de petróleo son un insumo fundamental, y su costo comienza a reflejarse en los precios domésticos.
Al unir esta situación que proviene de la inflación importada, incrementará la factura petrolera, así como otros productos derivados como fertilizantes, fungicidas, insecticidas, que se utilizan para la actividad productiva agrícola, lo que reducirá la capacidad de compra de los consumidores.
Esa situación a la vez podría contraer el crecimiento de la demanda agregada, y como una consecuencia estaría el manejo de la tasa líder de interés, cuyo mensaje sería la revisión de las expectativas de crecimiento económico, derivado de que la inflación importada y sus efectos negativos, más una tasa de interés alta, va a detener el crecimiento.
Además, el factor extraterritorial del conflicto Rusia-Ucrania, ya presiona en temas como los precios de los energéticos a escala mundial, y siendo importadores netos de estos insumos, lógicamente la situación podría agudizarse para los guatemaltecos.
“En general, la región había mantenido inflaciones moderadas en los últimos cinco años en torno a un promedio de 2.7%. No obstante, es importante destacar que las presiones parecen estar sectorizadas, debido a que los rubros que han aportado mayormente a esta dinámica en los precios son los asociados al transporte, vivienda y alimentos, los que se han visto más afectados por los aumentos en los precios internacionales de las materias primas y la energía”, según el CMC.
La previsión
Ante esta situación, hay un pronóstico -el más pesimista- y es que en Centroamérica se esperaría una inflación de alrededor 8.7% mayor al 5.7% del 2021, que estaría impulsada por el aumento de los costos del transporte, y los precios de la generación de energía en cada país -dependiendo de su configuración-, lo que incidirá en toda la estructura de precios, a lo que se conoce como “efectos de segunda vuelta”.
Además de un crecimiento moderado para la economía regional de 3.8% en 2022, menor al 9.1% del 2021, atribuido al menor desempeño esperado en el principal socio comercial de la región que es Estados Unidos.
Con información de:
- Sergio Recinos, presidente del Banco de Guatemala
- Informe: Notas Económicas Regionales Consejo Monetario Centroamericano, Marzo 2022
- Óscar Erasmo Velásquez Rivera, exministro de Economía y catedrático universitario
- Ricardo Rodríguez, analista de CA-BI
- Agencias EFE y AFP.