RINCÓN DE PETUL
Nuevas cumbres con poca relevancia
Me preguntó un reportero sobre la importancia que tendrá la próxima Cumbre de las Américas, planteada por Biden para tratar el problema migratorio. Estas fueron las ideas que pasaron por mi mente:
Siendo hijo de la última mitad del siglo XX, crecí ante la imagen de un EE. UU. todopoderoso, una autoridad global, a la que toda calificación parecía llegarle con grandilocuencia. ¿Habrá acaso algún campo en el que no les haya aplicado el término de superpotencia? En su industria, sus producciones eran impresionantemente masivas; y si el producto venía con el sello de ese país, la idea de que vino a lugares como el nuestro es que ese producto sería de la máxima calidad imaginable. Ni hablar de su comercio, que abarrotaba sus infinitos y gigantescos centros comerciales y que también suplió a consumidores de los cinco continentes. Consumidores que idealizaban sus productos y que idealizaban su cultura. Francamente se constituyeron como el foco de atracción mundial por excelencia. Su infraestructura fue magnífica. Y en temas de gobierno, ¡vaya tiempos en que reflejaron una intimidante eficiencia! Llegaron a intervenir el mundo entero, con sus entrometidas pero eficaces agencias. Y la construcción de la máxima fuerza armada en la historia de la humanidad. Fueron tiempos cuando parecía que todo lo que se proponían lo lograban con relativa facilidad.
' No hay que ser una súper potencia para notar la timidez de las agendas de la Casa Blanca.
Pedro Pablo Solares
Pero el tiempo es inclemente y se cumple aquella famosa máxima de que lo único permanente en la vida es el cambio. El escenario en esta centuria ha puesto la continuidad de aquel súperpoder en duda, por decir lo menos. Toman auge las teorías de quienes estudian la caída de los imperios, y se vuelve interesante lo que plantean quienes hablan de la ya nombrada Decadencia Estadounidense. Desde afuera, el crecimiento inclinado de China en términos económicos y comerciales alimenta estas teorías. Pero especial asombro causa observar lo que les sucede en lo interno, con una polarización evidente que pareciera ponerse en el camino de cualquier propósito común que pudieran querer trazarse. Una máxima de la diplomacia entonces toma relevancia y sucede que no se puede proyectar hacia afuera lo que no se tiene adentro. Un estudio publicado en 2019 por Pew Research Center reflejó que, de cada 10 estadounidenses, seis creen que en 2050 su país tendrá menos importancia en el plano global de la que tiene hoy. Y en el mundo que observa eso, algunas agendas no alineadas con lo hegemónico de Washington, se ha empoderado.
De una fuente que no recuerdo, por los años 80 algún líder chino respondió que no le inquietaba tanto el poder estadounidense. “Para la historia eterna de China, 100 años no es nada”, habría dicho. Y no hay que ser una súperpotencia para notar la timidez de algunas de las agendas que supuestamente persigue la Casa Blanca. Basta con ser la pequeña Guatemala para notar la pobreza en efectividad de su supuesto interés por ser aliados en la construcción de una buena gobernanza en estos lares. La inefectividad de sus “Listas Magnitsky” es penosa, y la consolidación del trasiego de drogas y el crecimiento de la industria del tráfico ilegal de humanos hablan por sí solos. No creo estar solo en pensar que las posiciones discursivas de la embajada de la zona 10 parecen cada vez más simbólicas e intrascendentes.
¿Cumbres hechas para tratar regionalmente la migración? Si vienen de un gobierno demócrata traen la sombra ya de una discursiva burocrática, inoperante, irreal e inefectiva. Y si es de republicanos sensacionalistas, peor aún. Circo para las masas. Hay consenso entre los estudiosos en que estas cumbres responden más a sus problemas electorales que a tratar los problemas reales.
Un reportero me preguntó sobre la importancia que tendrá la próxima Cumbre de las Américas para tratar el problema migratorio, y esas fueron las ideas que pasaron por mi mente.