Producción agrícola inteligente: ¿Se puede conectar lo que se cultiva con los alimentos que se consumen en el país?
La tierra es un factor de producción, como la mano de obra, bienes de capital, insumos; pero a diferencia de ellos convergen otras características importantes en torno a su uso, como la vivienda, conservación del medioambiente y cuencas para manejo del agua, entre otros.
Debido a esta complejidad, la tierra debe mantener un equilibrio entre sus usos, obviamente con restricciones como la extensión disponible en un país y la población. Guatemala es un país pequeño con una población creciente; es decir, la presión sobre el uso de la tierra es fuerte. La densidad de habitantes por kilómetro cuadrado irá subiendo y se encuentra por encima de la media de la región. En Guatemala hay 155 habitantes por km2, solo por detrás de Haití y El Salvador, en América. Contrasta con 100 de Costa Rica y 82 de Honduras, por citar algunos.
A diferencia de otros países de América Latina, Guatemala esta metida en un proceso de urbanización, ya que el nivel de personas viviendo en ciudades es la más baja del hemisferio occidental: 55 por ciento versus un 80 por ciento. Las tendencias nos dicen que dicha proporción irá creciendo en Guatemala.
Esto es relevante, porque según las teorías económicas más importantes sobre la economía espacial hay una lucha financiera entre el uso de la tierra para agricultura y para uso urbano. La historia es una guía clave: la presión urbanista dispara los precios de la tierra en los lugares cercanos a las ciudades, provocando que sea más rentable desarrollar la ciudad que producir productos agrícolas. Esto pasará en Guatemala también.
China, de manera planificada, previó esto desde hace décadas y por ello implementó una estrategia rural-urbana; es decir, planear la transición de una economía rural agrícola hacia una urbana industrial. Los países del primer mundo también lo hicieron, pero a través de decisiones en libertad. También pasará esto en Guatemala; no hay que temer esa transición, pero sí prepararnos. Al haber más gente viviendo en ciudades, la demanda por comida y bienes agrícolas se dispara, pero como hay menos trabajadores agrícolas y el precio de la tierra es más caro por dicha presión, la salida a este dilema es único: apostar por la productividad.
Alimentos
Guatemala deberá producir comida para prácticamente el doble de personas viviendo en ciudades para los próximos 15 o 20 años. La agricultura jugará un rol esencial en estas dos décadas que vienen. Para lograr la productividad necesaria para hacerle frente a esta tendencia deberá dejar de apostar por los cultivos menos rentables e importarlos, y producir aquellos más rentables. La rentabilidad o productividad se parecen, pero no son lo mismo. Se puede tener una buena productividad del cultivo por hectárea, pero si para levantar dicho cultivo se tiene mano de obra de mala calidad, costos de transporte altos, mala infraestructura vial y de puertos, puede que no sea rentable al conocer todos los costos de producción.
Y es aquí donde debemos asociar la rentabilidad con productividad y con certeza de la propiedad de la tierra. Sin certeza de propiedad de la tierra no hay inversión a largo plazo y, por ende, no hay productividad. La invasión de fincas en Guatemala se ha disparado en la última década, incluso por encima de los niveles que se vieron durante el conflicto armado interno en las últimas décadas del siglo pasado. Los impactos son severos en pérdidas económicas directas, pero lo son aún más las pérdidas no tangibles derivadas de la falta de certeza jurídica. Sin infraestructura no hay rentabilidad, y sin certeza jurídica no hay inversión.
Importante es también reconocer el rol de la innovación y tecnología en la adopción de nuevas técnicas, nuevas semillas, nuevos fertilizantes. Son parte fundamental del despegue de la productividad en otros países del mundo. Es normal encontrar aumentos de hasta 300 por ciento en la cantidad producida por hectárea en las últimas décadas en varios cultivos del primer mundo. En el primer mundo ya se ve clones sembrando semillas, tractores sin piloto, sensores de humedad que dosifican el agua para usar la menor cantidad del líquido, así como sensores para determinar qué tipo de fertilizante o herbicida funciona según la temperatura o tipo de tierra. Lo que le llaman la agricultura de precisión.
Existe otro elemento que es esencial para que el factor tierra aporte más al país. Si con mayor productividad se necesita menos tierra para producir la misma cantidad, también el rol de inteligencia de cultivos puede hacernos llevar a reconocer que no todos los cultivos que se producen en Guatemala son idóneos dadas las características del país, pero más importante, la conexión con el mercado potencial. La inteligencia de mercados agrícolas es un rol clave para determinar la rentabilidad y potencialidad de mercados.
La logística es otro elemento que puede hacer potenciar la rentabilidad y la productividad agrícola. La no existencia de una red de centrales de abastos en el país, como sí lo hay en otros países, hace que el costo de transporte y comercialización de los productos sea superior. Es decir, se necesita una red de central de abastos para mejorar la eficiencia total del uso de la tierra.
La búsqueda de la rentabilidad y la productividad también tiene un rol social y ambiental. Mayores productividades permiten que cada trabajador sea más productivo y competitivo y aumentan sus salarios, que son usados en mejor calidad de vida para sus familias. Pero también al contar con mayores productividades, la presión sobre el uso de la tierra disminuye.
En Guatemala, el cultivo del maíz es el más importante en extensión y creciendo. Más de 1.2 millones de hectáreas, casi cinco veces la extensión del café, por ejemplo, están dedicadas a este cultivo tradicional con técnicas ancestrales, y no en condiciones óptimas dado lo montañoso de la topografía. El costo de producción no es el mismo en este tipo de terreno versus las grandes planicies del corn belt en Estados Unidos o las pampas de Argentina o Rusia. Lograr productividad en este cultivo permitiría que se reduzca la presión sobre los bosques nacionales y las cuencas, un objetivo ambiental altamente deseable.