EDITORIAL
Transparencia no está invitada a la piñata
Con una pasmosa celeridad, que no se ve en emergencias como la crisis de compra de medicamentos hospitalarios o el auxilio alimentario a familias que sobreviven precariamente en montañas del Corredor Seco, el Ejecutivo prácticamente ha consumido en solo tres meses los Q12 mil millones de saldo de caja remanentes del 2021. Entre asignaciones clientelares y subsidios prácticamente inauditables se consumen los recursos, a la vez que ya se anuncia la contratación de nueva deuda pública.
En un escenario económico internacional que se avizora incierto, debido a la continuación de la agresión rusa a Ucrania, que a su vez ha puesto presión adicional en los precios de los combustibles y materias primas, y con el potencial efecto de la subida de la tasa interés fijada por la Reserva Federal de Estados Unidos, el Ministerio de Finanzas contempla la adquisición de nuevos créditos internacionales para sufragar el gasto estatal de este año, en el cual predominan los rubros de funcionamiento y se relega la inversión.
La carrera preelectoral ya comenzó, entre personajes políticos que ya recibieron admoniciones del mismo tribunal que no le dice nada a otras figuras, igual de políticas que ya se promocionan con pretextos proselitistas. Esta circunstancia puede parecer ajena al tema del gasto acelerado, pero en realidad es una de sus causales: los pactos del oficialismo se lubrican con recursos del erario y prueba de ello es el apoyo de bancadas que más tarde se querrán vender como opositoras pero no podrán porque ya están vendidas. La ampliación de Q3 mil 191 millones para bacheos irrastreables y proyectos fragmentarios, sin licitación y al gusto de alcaldes o diputados, fue la tajada del pastel de tan abyecta piñata.
Más de Q1 mil 100 millones están destinados a la gaveta de los subsidios, a propano, combustibles y electricidad: un parche que no soluciona a largo plazo las circunstancias de fondo y que llegado el momento será insostenible. El pretexto de Finanzas es que no se ha tocado el presupuesto de este año, pero a este paso no hay gasto que aguante, sobre todo ante el efecto que tendrá en el país el conjunto de factores globales. Desafortunadamente pesan más los intereses electoreros que los argumentos técnicos de contención del gasto, de transparencia en la ejecución y de prospectiva económica.
El 2021 cerró con una deuda pública de Q222 mil millones, un margen que con frecuencia se califica de “seguro”, “sostenible” o “manejable”, entre diversos eufemismos utilizados para disfrazar el hecho de que cada guatemalteco nace con una deuda superior a los Q13 mil sobre su cabeza, y ello no necesariamente implica garantías de llegar a contar con servicios eficientes de salud pública, educación, seguridad y desarrollo. Apenas ayer trascendía la triste historia de un bebé de 3 meses que moría por aparente desnutrición en la covacha de un barranco y a quien se negó la atención hospitalaria que solicitaba su progenitora.
Si el gasto público sigue sin rumbo, al capricho de los politiqueros y las demagogias, se mantendrá el crecimiento vegetativo de la deuda sin mayor utilidad para los sectores más necesitados ni para potenciar la competitividad. El gobernante que se comprometió a no ser uno más se encuentra a un año de estar en medio de un proceso electoral en el que no habrá más aliados, solo detractores. Tratará de esgrimir la carta de los subsidios fugaces o las inauguraciones de obras a medio hacer, pero será demasiado tarde.