La viceprimera ministra de Ucrania, Iryna Vereshchuk, informó este miércoles que Rusia había acordado un alto el fuego de 12 horas en seis de las áreas más afectadas por los combates para permitir que los civiles puedan escapar. De acuerdo con Vereshchuk, se trata de una tregua que va desde las 09:00 hasta las 21:00 hora local (07:00 hasta las 19:00 GMT) y entre los varios corredores de evacuación que se abrirán está uno desde Bucha hasta Kiev. Los diálogos de BBC Mundo con Hernán Olaya ocurrieron antes de esta declaratoria.
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Rusia y Ucrania: “Es muy peligroso, se van cinco a recoger un cadáver y esos cinco pueden morir”: el testimonio de un colombiano que lleva 20 años en territorio ucraniano
La tensión continúa en el mundo por los ataques de las tropas rusas en Ucrania.
Durante tres días, Hernán Olaya conversó con BBC Mundo desde Bucha, una ciudad a las afueras de Kiev, la capital de Ucrania.
Cuando hablé con él el domingo en la noche, pude sentir la angustia en su voz.
“Uno ni siquiera puede salir a recoger los muertos que están en la calle”, me dijo.
El lunes, también en la noche, volvimos a conversar y se le oía un poco más tranquilo.
“Ayer fue un día muy duro y no se podía, pero hoy vi unos carros especiales que recogieron personas y las pusieron en paquetes negros. No sé a dónde las están llevando, pero las han recogido de las calles”.
“Ha habido tantos bombardeos, combates y balaceras alrededor, en los bosques, que la gente dice que hay muchas personas tiradas allá, pero ¿cómo recogerlas? No hay movilidad, la gente tiene mucho miedo de ir a hacer eso, uno entra, lo ven y le disparan y ahí quedó”.
“Eso es algo muy peligroso, se van cinco a recoger un cadáver y esos cinco pueden morir”.
“Nadie se atreve a llegar a esos lugares“.
No sólo por los ataques, explicó, sino porque están patrullando. “En cualquier momento puede haber una emboscada, las tanquetas van y vienen”.
Este martes, al medio día de Ucrania, volvimos a conversar y me contó que se oyeron disparos y bombardeos hasta las 8:00 de la mañana aproximadamente, pero después se silenció todo.
“Han recogido a las víctimas que han quedado por ahí”, contó.
En nuestras conversaciones, algunas entrecortadas por problemas con la línea telefónica y con la muy inestable conexión a internet en su zona, insiste en que “esto es una catástrofe, son muertes, desplazados, no hay agua, electricidad, servicios básicos”.
Caminos bloqueados
Olaya es ingeniero de petróleo. Estudió y vivió seis años en Moscú y después se fue a Kiev por dos años para continuar con sus estudios.
Allí conoció a su esposa, una ciudadana ucraniana, con quien regresó a Colombia durante cinco años.
Hace 20 años volvieron a Ucrania, donde nacieron sus dos hijos, quienes, junto a sus parejas, están refugiados en el apartamento de Olaya. También los acompaña un amigo de la familia.
“Estamos aislados, no hay forma de salir, todos los caminos están bloqueados por los soldados rusos”.
“Además bombardearon dos puentes y la estación ferroviaria fue incendiada”.
“Por desgracia, esta es la vía que los rusos escogieron para llegar con todas las unidades militares a Kiev”.
“Llegan al pueblo y, desde ahí, tratan de distribuirse para acercarse más a Kiev”.
Contó que la ciudad la tienen rodeada. “Durante el día, (los soldados rusos) están a las afueras, vigilando todos los pasos y en la noche entran en la ciudad, cuando se empiezan a oír los bombardeos”.
Cuando regresan las tropas rusas, “la gente se guarda, todo el mundo se encierra”, ya sea en sus viviendas o en refugios que se han improvisado en los sótanos.
“Generalmente, cuando entran empiezan a disparar”.
Además, hay un toque de queda impuesto por las autoridades ucranianas.
“Después de las 5 de la tarde y hasta las 8 de la mañana hay toque de queda porque al que salga le pueden disparar”.
El desafío de intentar salir
“Mi esposa no duerme, sólo una o dos horas. A veces uno se queda dormido, pero empieza la balacera”.
Aunque su ciudad ha sido blanco de ataques, dice que “milagrosamente” el conjunto residencial en donde vive no ha sufrido los estragos de la guerra.
“Han bombardeado por todos lados, la parte más segura de la ciudad es esta. ¿Por qué? No lo sé, incluso pasan los tanques (rusos) por la calle de al frente de la casa, dan la vuelta y se van. Esos son milagros que uno no se puede explicar”.
“Ayer (el domingo) pasaron unas 50 unidades militares”, señaló.
“Otros edificios sí se han visto afectados por los proyectiles, pero este no. Rezamos para que Dios cuide esta ciudad, este edificio donde estamos”.
Ha pensando en abandonar Bucha para llegar a alguna de las fronteras. “Me da mucho miedo que vaya a sufrir mi familia. Lo que más me preocupa es sacarlos a ellos“.
Relató que el domingo, unas personas trataron de salir, pero murieron en el intento. Entre ellos había una pareja con su hija de cuatro años, la única que sobrevivió.
“La lograron operar porque le entraron esquirlas en la cabeza y el cráneo. Pero es necesario sacarla a Kiev para que pueda recibir atención especializada”.
“Esa es la realidad que yo quiero que se sepa. Aquí no vinieron a salvar a nadie. Si eso era lo que proponían para salvar al pueblo, lo que están haciendo es destruyéndolo completamente”.
El caso señalado por Olaya no ha podido ser verificado por BBC Mundo. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos han denunciado el impacto de la guerra en la población civil.
El 7 de marzo, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) señaló que ha habido más de 1.200 víctimas civiles desde que estalló la guerra.
Esa cifra incluye a al menos 406 muertos y 801 heridos.
Rusia niega que sus tropas ataquen a civiles.
“Hay gente que se va caminando día y noche, pero ahora está muy peligroso hacerlo porque simplemente se sale por las vías principales y si es que le dan oportunidad, porque han minado mucho los bosques, las partes laterales de las vías, para que nadie se meta por ahí”, indicó Olaya.
“Siento dolor de ver que están muriendo nuestros soldados defendiendo su país, han llegado muchos soldados (rusos) jovencitos que no saben ni siquiera qué es la guerra y los han mandado aquí”.
“Son vidas truncadas. Les dicen que hay que liberar este país porque hay nazis, que hay que ayudar. Esa información no es real”.
“Si esto se llama liberación, yo no sé nada de la vida”.
“A uno le dan ganas de llorar, esta era una ciudad muy bonita, tranquila. Ahora uno ve autos quemados, proyectiles, techos de las casas destruidos, edificios que han perdido parte de su estructura, otros están vacíos, tanques bombardeados que han quedado en las carreteras”.
“Nuestros soldados están por fuera porque ha llegado mucho tanque, mucho soldado ruso”.
“Muchos rusos llegan y andan en busca de comida, no vinieron preparados para tantos días. Entran a los almacenes y sacan la comida”.
Solidaridad
Olaya tiene un cáncer intestinal y solía recibir quimioterapia dos veces al mes. “Ahorita no hay posibilidades de eso”.
“Tengo un tumor que me ha afectado el canal urinario y bloquea el riñón izquierdo”.
El lunes, en una unidad de primeros auxilios que se abrió en una escuela frente al edificio donde vive, una vecina que es médica, un urólogo y un asistente -ambos también de la urbanización- le hicieron una pequeña intervención.
“Tenía un catéter, pero había que coserlo porque se me estaba cayendo. El riñón sigue obstruido, pero por el catéter es que uno deshecha”.
Y así, la orina llega a una pequeña bolsa.
Ese es un ejemplo de la solidaridad que, destacó, se ha desarrollado entre todos los miembros de la comunidad.
“Hicimos un listado de las personas en el edificio que trabajan en medicina. Dejaron sus números de teléfono y, aunque no siempre funcionan, sabemos dónde los podemos ubicar”.
“Es como volver a la Edad de Piedra”
Pese a las dificultades para conseguir comida, contó que “el que tiene un producto lo comparte”.
“La gente en Ucrania cultiva durante el verano y parte de esos productos los guardan para el invierno” y eso es lo que están compartiendo.
“(En los ataques) destruyeron un supermercado, pero quedó la panadería y se preparó pan para darle a la comunidad”.
“Como a las 10:00 de la mañana, nos reunimos al frente de las casas y el que tiene algo lo lleva, hacemos una fogata, cocinamos para todo el mundo y para los del refugio”.
“Repartimos entre todos la comida caliente que se hace una vez al día“.
“Con leña, palos, lo que se encuentre se arma la fogata. Es como volver a la Edad de Piedra”.
La falta de suministro de electricidad es otro problema al que tratan de darle una solución colectiva.
“Conectamos pilas desechables para hacer una especie de batería. Alguien consiguió un generador de electricidad y con gasolina lo activaron y cargamos teléfonos”.
Y el invierno empeora la ya dramática situación.
“Cayó una nevada y está haciendo bastante frío y no tenemos calefacción. Cada día, el apartamento se enfría más y más”.
El 7 de marzo, el ministerio de Energía de Ucrania había informado que más de 742.000 personas no tenían acceso a la electricidad en todo el país y más de 238.000 estaban sin gas.
“Letrinas”
Olaya contó que la escasez de agua ha hecho que tengan que hacer letrinas.
“Hacemos huecos alrededor de la zona porque no se puede ir muy lejos. Se abre uno, se vierten los deshechos, se tapa y al día siguiente se abre otro y se hace lo mismo. Uno no se imagina esto en tiempos modernos”.
El lunes consiguieron un pozo artesiano. “De valde en valde, vamos recogiendo. Logramos como 100 litros para toda la comunidad”.
“A pesar de las dificultades, la gente se ha unido para ayudarse. Hemos visto el corazón de las personas”.
“Este país es como mi sangre“, indica. “Este país me lo ha dado todo”.
Otros colombianos
Olaya señaló que con el inicio de la guerra se creó un grupo de WhatsApp para localizar y ayudar a todos los colombianos en suelo ucraniano.
Él fue una de las primeras personas que se unió y, como el resto, trató de ayudar a sus compatriotas.
“El cónsul, la embajada y la cancillería colombiana han hecho un trabajo impresionante para sacar a los colombianos. Ya han salido más de 250 colombianos”, contó.
Los integrantes del grupo compartieron información sobre las rutas que estaban encontrando para salir del país.
“Un grupo que comenzó con 7, 10 personas logró conectar a unos 250 colombianos. Yo no pensaba que había tantos colombianos. Cada uno, basado en su propia experiencia, pasando cinco, seis días en las fronteras, iba ayudando a lo demás“.
De hecho, indicó que muchos de los que ya salieron del país siguen ayudando.
De acuerdo con información del 6 de marzo de la cancillería de Colombia, 261 colombianos han podido salir de Ucrania.
Olaya se enorgullece de esa red de cooperación que crearon entre todos e insiste en que espera una señal.
“Dios, muéstrame el momento para sacar a mi familia, los necesito sacar. Dame una señal y salimos”.