Los analistas militares dicen que los elementos finales de una posible fuerza de invasión rusa, como las cocinas y los hospitales de campaña, ya se están instalando en los campamentos y bases del ejército ruso cerca de las fronteras de Ucrania. Al mismo tiempo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, describió los contornos, difuminados por ahora, de una resolución diplomática.
Macron irá de Moscú a Kiev y a Berlín para explorar si un canal de negociación entre Rusia y Ucrania con la intermediación de Alemania, que se estableció hace siete años para resolver el conflicto regional en el este de Ucrania, podría reutilizarse a fin de desarticular la crisis más extensa.
Al menos en parte, Macron está centrado en este proceso de negociación, conocido como las conversaciones del Cuarteto de Normandía, una agrupación que incluye a Rusia, Ucrania, Francia y Alemania. Estas negociaciones giran en torno a una serie de acuerdos de alto al fuego bastante ambiguos de 2014 y 2015, conocidos como el Protocolo de Minsk, que se creó después de que los separatistas respaldados por Rusia atacaron y se apoderaron de territorio en el este de Ucrania.
A continuación, una guía sobre el Protocolo de Minsk, cómo lo interpretan Rusia y Ucrania y si ahora podría convertirse en la base de un acuerdo para desarticular la crisis de Ucrania.
El Protocolo de Minsk se celebró para detener un conflicto que nunca acabó del todo
A mediados de la década pasada, Ucrania celebró dos acuerdos en un esfuerzo infructuoso para resolver un conflicto en el este de Ucrania, fomentado por Rusia después de que en 2014 unos manifestantes lograron derrocar a un presidente pro-Rusia en un levantamiento en Kiev.
El protocolo se conoce como Minsk I y Minsk II porque se negoció en Minsk, la capital de Bielorrusia. En esos acuerdos, el expresidente Petro Poroshenko aceptó lo que en términos generales se consideran condiciones políticas desfavorables a cambio de un cese al fuego; el segundo acuerdo se firmó mientras varios miles de soldados ucranianos estaban rodeados, y el objetivo inmediato de Poroshenko era salvarlos.
El alto al fuego nunca se mantuvo. En los siete años posteriores a su celebración han muerto más civiles y soldados de ambos bandos que en el año de luchas que los precedió.
El segundo acuerdo, Minsk II, establece una fórmula para reintegrar a Ucrania las regiones separatistas respaldadas por Rusia, en condiciones que darían a Rusia cierta influencia en la política nacional ucraniana.
El presidente de Ucrania piensa que los acuerdos podrían evitar otra guerra
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, lleva semanas insistiendo, aunque pocos le han hecho caso, en que podría haber una vía diplomática alternativa para salir de la crisis que Rusia ha creado al concentrar tropas en sus fronteras.
Desde diciembre, su gobierno ha venido explorando con discreción si un paso para salir del abismo podría encontrarse no en conversaciones amplias sobre la seguridad europea, sino en las minucias del acuerdo de alto al fuego. No es un resultado preferido por su gobierno, sino una posible solución para evitar otra guerra.
Esta vía diplomática se pasó por alto en enero, mientras Rusia, Estados Unidos y la OTAN negociaban las exigencias de Moscú de una revisión fundamental de la arquitectura de seguridad en Europa del Este, sin mucho éxito. Los gobiernos occidentales dijeron casi de inmediato que las peticiones de Rusia (incluida la promesa de que Ucrania no pudiera formar parte de la OTAN) nunca podrían satisfacerse en su totalidad, y esas conversaciones llegaron a un punto muerto.
Rusia y Ucrania difieren en la interpretación de los acuerdos
En opinión de Rusia, la aplicación plena de los acuerdos excluiría en la práctica el ingreso de Ucrania en la OTAN, lo cual cumpliría una de las principales exigencias del Kremlin en la crisis general.
Según la interpretación rusa, los acuerdos obligan a Ucrania a presentar leyes y enmiendas constitucionales al Parlamento que otorgarían representación en el gobierno federal a los apoderados que apoya Rusia en el este de Ucrania, permitiéndoles vetar las decisiones de política exterior.
Tras las conversaciones con Macron el lunes en Moscú, Putin sugirió que la opinión rusa sobre Minsk era una propuesta de “tómalo o déjalo”, y se negó a descartar una acción militar contra Ucrania. “Te guste o no, tienes que enfrentarlo, hermosura mía”, dijo Putin sobre Zelenski, haciendo alusión a un burdo dicho ruso.
Sin embargo, según la interpretación ucraniana, la legislación exigida en los acuerdos de Minsk solo entraría en vigor tras la celebración de elecciones libres en las zonas escindidas. Según Ucrania, los poderes concedidos a estas regiones también podrían ser limitados, y desde luego no incluirían el veto a la adhesión a la OTAN.
No obstante, en enero hubo un indicio de una posible concesión, cuando el gobierno ucraniano señaló que estaba dispuesto a reconsiderar una ley que había abandonado sobre el estatus especial de las regiones, lo que sugería una disposición para hacer una concesión favorable a Rusia en esta cuestión. Macron elogió este paso en su conferencia de prensa con Putin en Moscú el lunes.
El presidente francés habla de una solución ‘finlandesa’, pero hasta los finlandeses tienen dudas
Durante su viaje a Moscú, Macron dijo a los reporteros que una solución era la “finlandización” de Ucrania, en referencia a la estricta neutralidad que adoptó Finlandia para mantener su independencia durante la Guerra Fría.
El presidente de Finlandia, Sauli Niinisto, es uno de los líderes europeos que practica una diplomacia discreta y entre bastidores con Putin. Tras una llamada telefónica con el líder ruso la semana pasada, sugirió que era posible llegar a un acuerdo basado en el Protocolo de Minsk, pero señaló que la demanda rusa de poder de veto (en esencia, una demanda de neutralidad ucraniana) sería un punto de fricción.
El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, declaró el mes pasado que si Ucrania cumplía el Protocolo de Minsk según la interpretación de Rusia: “por supuesto, entonces, estaremos satisfechos con este resultado”. Pero aclaró que “no creía” que esto fuera posible.
El ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, descartó de manera categórica un veto ruso de facto sobre las decisiones de política exterior ucraniana. “Eso no va a ocurrir”, dijo Kuleba. “Nunca”. Reiteró esa postura el martes.
Algunos ucranianos piensan que aceptar los acuerdos es ceder
Muchos ucranianos opinan que cumplir el Protocolo de Minsk bajo cualquier interpretación es aceptar la agresión militar rusa, porque Kiev se vio obligada a firmarlos durante anteriores incursiones militares de Rusia que avivaron la guerra en el este del país.
En una llamada telefónica privada con Zelenski en 2020, Macron lo admitió, según una anotación en el diario de uno de los funcionarios ucranianos que escuchó la llamada de los dos líderes y que fue descrita a The New York Times.
Macron dijo en una entrevista en Francia el domingo que el acuerdo al que se llegue no violaría la soberanía de Ucrania.