LIBERAL SIN NEO

El tenor del diálogo

Cuatro hombres están de espaldas unos a otros; no se ven ni se hablan entre ellos. Al fondo están las ruinas y columnas clásicas de la ciudad romana de Pompeya y el volcán Vesubio, que la destruyó y cubrió con seis metros de ceniza al hacer erupción en el año 79. Es una pintura al óleo del holandés Carel Willink. Tardíos visitantes en Pompeya (Late bezoekers van Pompeï, 1931). Una de las figuras en la pintura, un hombre calvo con un habano en la mano, el único que ve hacia las ruinas y el volcán es Oswald Spengler, historiador y filósofo alemán, autor de La decadencia de occidente (Der Untergang des Abendlandes, 1922). Spengler era pesimista sobre la civilización de occidente, propulsor de la historia orgánica; creía que cualquier cultura es un superorganismo con tiempo de vida predeciblemente finito. La pintura de Willink surge en la época entre la 1ª y 2ª Guerra Mundial; Stalin, socialismo y el acecho del fascismo en Italia y Alemania. Comentaristas señalan que la pintura simboliza pesimismo, decadencia y ausencia de diálogo.

' Con tendencia a verse más como enemigos que adversarios en búsqueda de soluciones.

Fritz Thomas

Los mejores días de Guatemala están por delante, no es un país en decadencia o cultura que marche rápidamente a su fin. Pero el tenor del debate público es lamentable. El cielo se está cayendo, los bárbaros están a las puertas, los jinetes del apocalipsis están al acecho, y si sucede X, el mundo llegará a su fin. Da la sensación de que el tono del debate sobre temas políticos y sociales se ha vuelto más negativo e intolerante, menos respetuoso y sustantivo, enfocado en posiciones extremas, alarmismo y el abuso de la descalificación personal. Quizás siempre ha sido así y la percepción de deterioro y podredumbre en la retórica publica se debe al explosivo crecimiento de medios y formas para hacer llegar y recibir información.

Los actores políticos, intelectuales, activistas y empresariales en el país están de espaldas unos a otros, se escuchan poco entre ellos. Las posiciones, creencias y convicciones están demarcadas, con tendencia a verse más cómo enemigos que adversarios en búsqueda de soluciones. El diálogo genuino está totalmente ausente en el campo político, los partidos carecen de fundamentos ideológicos, son plataformas caudillistas; todo es discutible y negociable, excepto quien es el líder o candidato. La política deja de ser el arte de lo posible ante la imposibilidad de lo mejor, cayendo en la pura transacción de intereses; el organismo Legislativo personifica esto y, crecientemente, el Judicial también. El debate no es sobre ideas, sino conveniencia y posicionamiento.

El auténtico diálogo es una búsqueda de la verdad, la apertura a ser persuadido por evidencia y razón, la disposición a abandonar posiciones insostenibles. Implica escuchar. Una memorable frase de Manuel Ayau dice que “las diferencias de opinión no son atribuibles a mala voluntad, sino a sinceras discrepancias sobre ideas muy complejas”. El diálogo es imprescindible para encontrar soluciones y hacerlas realidad; un buen punto de partida es distinguir entre la equivocación y la maldad. El debate es sano cuando es entre posiciones sobre ideas o políticas concretas y se respeta la posición ajena. El mal no puede ser persuadido, no le interesa la verdad, solo su propio provecho.

Un punto de intersección entre las diferentes persuasiones ideológicas sería una inflexible postura común; la expulsión del mal, de la corrupción y el crimen, de los asientos de poder e influencia. Mientras unos discuten temas de clases sociales e identidades y se preocupan por colocar aliados en puestos, los bandidos se lo están comiendo todo.

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).

ARCHIVADO EN: