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En realidad, ¿Qué es innovar?

En estudios recientes se ha podido documentar que la innovación ha tenido una aceleración particular durante el año 2020 y 2021.

En varios estudios se muestra que durante este año se hicieron inversiones mayores en Investigación y Desarrollo y se destaca el interés de inversionistas privados, capital de riesgo y otros actores en el finacimiento de la innovación.

También se identifica que ciertos países se destacan en innovación, encabezando la lista Suiza, Suecia, Estados Unidos, Inglaterra y Korea. Estas tendencias de innovación, que no fueron solo en temas de salud, medicina o las vacunas contra la COVID-19, nos muestran claramente que en la medida en que se presentan circunstancias difíciles, el ser humano activa la capacidad para inventar, descubrir y crear.

En la investigación del Monitor Global de Emprendimiento que se hace desde el Centro de Emprendimiento Kirzner de la Universidad Francisco Marroquín, hemos encontrado datos interesantes. Por ejemplo, alrededor del 42% de los emprendedores en Guatemala nos comparten que la pandemia ha sido el gran impulsor para innovar y ser creativos en el último tiempo.

En este mismo estudio, los mismos emprendedores nos dicen que solo el 2% de los negocios nuevos presentan ideas completamente novedosas, 24% presentan productos nuevos en estos territorios (que es otra forma de innovación interesante, pues da acceso a productos nuevos para los habitantes de ciertas regiones) y el 74% está conscientes de que sus productos o servicios no presentan innovación.

Muchas veces pensamos que innovar es inventar algo nuevo y en realidad empieza por tener una forma de pensar diferente, de tal manera que le permite al ser humano reagrupar conocimientos o ideas preconcebidas para convertirlas en conceptos novedosos. Incluso en muchas ocasiones, innovar no implica necesariamente usar tecnología.

Quiero dejar al lector dos reflexiones en este artículo. En primer lugar, una invitación a que piense y se autoevalúe, si se considera una persona que está abierta a la innovación, si suele ser un promotor de ideas nuevas, si es del grupo de las personas que abrazan rápidamente la innovación (conocidos en literatura sobre estos temas como “early adopters”); si lo hacen cuando no hay otra opción; o cuando prácticamente son “empujados” a innovar (“laggers”) cuando se presentan nuevas ideas.

En segundo lugar, qué tanta confianza creativa tiene sobre sus propias ideas. Esta parece ser una de las habilidades más importantes para el siglo XXI. Es necesario tener la habiliad de imaginar lo que puede ser el futuro, en vez de usar nuestras capacidades solamente para recordar el pasado.

Esa imaginación es la que amplía los horizontes, ya que para poder innovar es importante creer y confiar en las ideas propias; eso nos permite compartirlas y construir sobre ellas.

Debemos recordar que la innovación se asocia con el pensamiento positivo, pues es la única forma en que el intelecto se siente invitado a crear nuevas combinaciones de cosas existentes, así como conceptos o ideas completamente disruptivas.

Necesitamos motivar en el proceso educativo de cualquier persona, niños, jóvenes y adultos esa capacidad para innovar, discutir nuevas ideas y confiar en su capacidad de crear cosas nuevas.

Por último, debemos recordar que para que exista un entorno que promueva la innovación, necesitamos generar las condiciones que le permiten florecer al espíritu creativo. Es decir, reducir lo que encajona, limita y predefine la creatividad. El genio creador brilla y se expande en entornos de libertad.

Vale la pena cuestionarnos si tenemos suficiente espacio para crear libremente.  Promovamos la libertad individual que nos permita imaginar y desarrollar ideas, una cultura que facilite el ensayo y error como parte del proceso creativo. Esto hará más visibles a los innovadores que existen en nuestra sociedad y les facilitará el camino.

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La autora es decana Facultad de Ciencias Económicas de la UFM y directora del GEM para Guatemala. decanaturafce@ufm.edu