MIRADOR
Calumnia con audacia; siempre quedará algo
Las mentiras y los calumniadores son de vieja data; antigua práctica de oscuros personajes. Modernamente cuenta con la ventaja de las redes sociales que manipulan sin comedimiento alguno y, generalmente, de forma cobarde, escondidos detrás de perfiles que ocultan su identidad, aunque no sus viles intenciones.
' Luchan por impedir que se evidencien las mafias que persisten en las instituciones públicas, que no se señalen actos de corrupción pasados y presentes.
Pedro Trujillo
Desde que iniciamos el programa ConCriterio los enemigos no han dejado de intentar silenciarnos, con el mejor maquiavelismo tropical y sin importar el medio utilizado. Insultos, descréditos, denuncias falsas, acusaciones infundadas, acoso en redes e intentos de amedrentamiento utilizando la justicia como arma e incluso a la familia como blanco, han sido, y son, acciones frecuentes. Lo intentó el delincuente de Baldizón —detenido, juzgado y encarcelado en USA—, el varias veces antejuiciado —y pendiente de ser investigado— de Felipao, el “capo di tutti capi” Gustavo Alejos, el farfolla de Méndez Ruiz —todos ellos señalados por Estados Unidos— o el extorsionador de Sinibaldi, además de otros impresentables y sus correspondientes séquitos de concubinos bufones ¡No nos hemos doblegado ante nadie y seguiremos sin hacerlo! Claudia, Juan Luis y yo, discutimos diariamente los temas a abordar, los analizamos, meditamos y damos prioridad a aquellos que consideramos de actualidad. Jamás un asunto se ha tratado —en radio o TV— por diferente razón a que estimamos que era merecedor de ser conocido, debatido e informado, y no siempre hemos estado todos de acuerdo. No ha influido la ideología, la presión ni muchos menos la compra de aquello que se expone. Seguramente nos hemos equivocamos a veces en cómo abordarlo o no contamos con los mejores interlocutores —no todo el mundo está dispuesto a hablar— porque es condición humana el error, pero es todo lo racional y éticamente achacable a nuestra labor. Vivimos uno de esos momentos de embate frontal de cierto cártel de difamadores —iniciado contra Juan Luis, recientemente conmigo y con visos de hacerlo contra Claudia— que es lo que se puede esperar de esos esperpentos manipuladores. Luchan por impedir que se evidencien las mafias que persisten en las instituciones públicas, que no se señalen actos de corrupción pasados y presentes o que sean absueltos profesionales del delito que guardan prisión. Para ello, promueven señalamientos con el ánimo de afectarnos, cohibirnos y lesionar tangencialmente la reputación, porque algunas personas —pocas afortunadamente— creen lo que destila la bilis de esos mamarrachos. En un reciente estudio, titulado “Periodistas bajo ataque”, el analista Luis Assardo hizo un análisis detallado relacionado con ciertos grupos que difunden este tipo de mensajes. Identifica a Ricardo Méndez Ruiz en el rebaño y a sus incondicionales prosélitos, personajes pertenecientes a una clica de mercenarios que se dedican a difamar a tiempo completo. Del grupo, uno huyó a Chile durante el conflicto armado interno, porque nunca supo hacer otra cosa mejor que esconderse; otro, un inmaduro y fracasado abogado, intentó ser decano para incidir en las pasadas Comisiones de Postulación, pero sensatamente le fue impedido; ambos se rodean de una anónima casta de alborotadores profesionales que lucran con la mentira, y ninguno trabaja en actividad lícita conocida.
Ahí va el mensaje: NO LOGRARÁN NADA, y no porque seamos manipuladores —como ustedes—, sino porque la razón y los hechos están de nuestro lado, y nos asisten. Se estrellaron contra un muro de decencia y de fortaleza, y da igual lo que intenten. Seguramente continuarán insultando —porque les reditúa y es lo mejor, y quizá lo único, que saben hacen— o denunciando falsamente —ruido de un par de días en redes— pero es cuestión de tiempo evidenciar más detalladamente sus actividades y, sobre todo, la identidad de sus abyectos financistas.