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#CapitaldelHambre: Por qué los programas estatales de desnutrición en Guatemala son insuficientes

La atención de salud pública no permea la cultura de miles de familias que viven en la franja de pobreza del país, donde se ensaña la hambruna.

Los caminos que conectan las aldeas de las cabeceras municipales en Alta Verapaz son de terracería, algunos inaccesibles durante la época de lluvia, desconectando más a la población de los servicios básicos estatales. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

Los caminos que conectan las aldeas de las cabeceras municipales en Alta Verapaz son de terracería, algunos inaccesibles durante la época de lluvia, desconectando más a la población de los servicios básicos estatales. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

Mientras que el personal de salud señala que los padres llevan a sus hijos a servicio de salud cuando los casos son graves, porque primero los tratan en casa con medicina natural, y que creencias como el awás limitan la atención oportuna, Jorge Pernillo, coordinador de la Escuela de Nutrición de la Universidad Panamericana (UPANA), menciona que acá hay un fallo en el modelo de atención primaria y que debería adecuarse a las comunidades, a sus costumbres y creencias.

El sistema debe ser empático con esta población, adaptarse a ella, y dar cobertura con pertinencia cultural. No hacerlo crea una barrera, la cual empuja a la población fuera de los servicios.

Es necesario, entonces, tener una fuerte organización comunitaria, y tanto promotores de salud, como las comadronas, deben estar alerta a los casos de desnutrición aguda para dar una atención inmediata y evitar muertes.

Carolina del Pilar Monterroso, nutricionista del Centro de Recuperación del Hospital de la Tinta, en Alta Verapaz, señala que el reto es mayúsculo, pues hay que trabajar en romper patrones de conducta. Se han topado con personas que en lugar de administrar el tratamiento -chispitas nutricionales- a sus hijos se lo dan a los pollos.

Según Patzán, intentan derribar esas barreras, pero el bajo nivel de educación de la población, la pobreza, la falta de agua y saneamiento, son problemas estructurales que desde su área no pueden resolver para frenar la desnutrición.

En Panzós hay otro factor a tomar en cuenta: muchas familias dependen de la tierra para obtener alimento, se dedican a la agricultura de subsistencia. Las tormentas Eta e Iota los dejaron sin nada.

“La población está estresada por el conflicto social de la tierra que nunca es resuelto. El Estado no tiene seriedad para tratar los temas de la gente con hambre, y mientras no lo haga esta bola se hace más grande y vamos directo a una tragedia mayor de crisis alimentaria y nutricional”, dice Pernillo.

Indica que la primera señal de buena voluntad para abordar el tema de la desnutrición sería asignar más presupuesto para erradicarla, pero desde hace seis años sucede lo contrario. El Ministerio de Salud redujo este año Q137.51 millones al programa Prevención de la mortalidad de la niñez y de la desnutrición crónica. En el 2020 se restó Q46.28 a las acciones encaminadas a combatirla, y es un retroceso para la salud y la nutrición de la niñez en Guatemala. Si los recursos llegaran a los más vulnerables, quizá Adán aún viviera.

Si bien el actual Gobierno impulsó la Gran Cruzada por la Nutrición para reducir 7% la desnutrición en el país, no hay avances. Pernillo señala que esta iniciativa no contempla una estrategia nueva, más bien son las mismas actividades ejecutadas por los ministerios y secretarías de siempre, lo único que hicieron fue darle otro nombre.

Las comunidades rurales aún se aferran a sus creencias y no siempre confían de la medicina occidental. En la imagen, Rosario Bol, busca atención médica para su hijo diagnosticado con desnutrición aguda. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

Trabajo del Gobierno y planes para el 2023

La explicación a que desde el año pasado se reportan más niños con desnutrición aguda se debe a que el Ministerio de Salud cambió la metodología para registrar los casos, dice Pablo Francisco Toledo, director de Planificación, Monitoreo y Evaluación de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesán).

Al registro se agregó el monitoreo de peso y talla, con la finalidad de identificar los lugares donde la población infantil está en mayor vulnerabilidad, y esto disparó los números, agrega.

Los datos aparecen en el Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Siinsan) y al 27 de noviembre se habían detectado 21 mil 619 casos de menores de 5 años con desnutrición aguda, el 60 por ciento de seis a 24 meses de edad.

Toledo refiere que los menores identificados reciben tratamiento por parte del Ministerio de Salud para mejorar su condición.

Por aparte, los niños son registrados en una base de datos de la Sesán, y esta se encarga de gestionar la asistencia alimentaria para la familia a través del Ministerio de Agricultura.

En el caso de Alta Verapaz, indica que trabajan con las comisiones de Seguridad Alimentaria y Nutricional departamental y municipales para acercar el apoyo a las comunidades.

También mantiene acercamiento con los líderes locales y los padres de familia para que acudan a los servicios de salud al momento de detectar que sus hijos tienen bajo peso, lo que requiere de un cambio de comportamiento, pues creencias como el awás están arraigada en la población.

El año pasado se pusieron en marcha brigadas que se dedicaron a la búsqueda activa de casos de desnutrición aguda.

Con el apoyo de la cooperación internacional se evaluó a 350 mil niños, de los cuales 199 presentaban un cuadro grave y 1 mil 373, moderado. Los menores recibieron tratamiento.

Como parte de la Gran Cruzada por la Nutrición, Toledo afirma que se elabora una línea base que estaría lista a principios del próximo año, para tener indicadores actualizados sobre la situación de la desnutrición crónica en el país y combatirla.

Para el 2023 esperan efectuar una encuesta que les permita evaluar si se logra la reducción de los siete puntos porcentuales en desnutrición crónica, que es la meta de este gobierno.

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ESCRITO POR:

Ana Lucía Ola

Periodista de Prensa Libre especializada en temas comunitarios, con énfasis en Salud y Educación, con 17 años de experiencia. Reconocida con el Premio de Prensa Libre en categoría Reportaje, en 2019. Premio de la UPANA por Informar a la población guatemalteca sobre la realidad en nutrición y desnutrición en el país, en 2019. Diplomado El periodismo en la era digital como agente y líder de la transformación digital impartido por el Tecnológico de Monterrey.