En los próximos días, a medida que se acumule la información, será tentador ceder al miedo o a la indiferencia. No podemos sucumbir a ninguno de los dos. La comunidad mundial debe tomarse en serio cada variante. Actuar con prontitud es mucho mejor que esperar hasta que se conozcan todos los hechos. Puede resultar que la variante no sea más contagiosa o que responda sobre todo a nuestras vacunas actuales. En este último escenario fortuito, la respuesta actual puede considerarse una reacción exagerada. Pero si esta variante, con todas sus características preocupantes, resulta ser tan contagiosa e inmunoevasiva como muchos expertos temen que pueda ser, esperar hasta que se conozcan todos los hechos nos dejará muy atrás sin duda alguna.
¿Hasta qué punto es preocupante la variante ómicron? Hay tres preguntas clave que ayudan a los científicos a entender las consecuencias de cualquier variante.
La primera pregunta es si la variante es más transmisible que la actual cepa delta. En segundo lugar, ¿causa una enfermedad más grave? Y, en tercer lugar, ¿hará que nuestras defensas inmunitarias —de las vacunas y las infecciones anteriores— sean menos eficaces (un fenómeno conocido como escape inmunitario)?
En cuanto a la transmisibilidad, los datos, aunque son incipientes, parecen preocupantes. Esta nueva variante parece haber despegado de manera bastante rápida en Sudáfrica, y los primeros datos nacionales sugieren que la variante ya constituye la mayoría de los casos secuenciados en el país. Es posible que estos primeros datos se revisen a medida que los epidemiólogos examinen más de cerca otros factores además de la transmisibilidad, como por ejemplo si un evento de superdifusión temprana de ómicron hizo que la variante pareciera más contagiosa de lo que en realidad es. Aunque esto es posible, lo más probable es que la variante ómicron se propague de modo más fácil que la variante delta.
Dado que la variante es tan nueva, los científicos no disponen aún de datos suficientes para evaluar si la nueva variante causa una enfermedad más grave. Para responder a esta pregunta será necesario realizar un cuidadoso seguimiento de los casos en los hospitales y ampliar los esfuerzos de secuenciación viral, tanto en Sudáfrica como en otros lugares. Una parte fundamental de este análisis es garantizar que los países realicen las pruebas adecuadas en una amplia muestra de personas. Lo más probable es que se necesiten semanas para resolver esto.
Por último, la gran preocupación con ómicron es el escape inmunológico. Seamos claros: es muy poco probable que ómicron haga que las vacunas contra la COVID-19 sean por completo ineficaces. Y ahora mismo, no hay muchos datos sobre cuánto pueden ser menos eficaces las vacunas contra esta variante, aunque hay motivos para preocuparse. La variante ómicron tiene un gran número de mutaciones, incluso en la proteína de la espiga, la parte de la proteína que el virus utiliza para unirse a las células humanas y entrar en ellas. Estas áreas de la proteína son fundamentales para que los anticuerpos inducidos por la vacuna (y por la infección) protejan contra el virus. Incluso los pequeños golpes a la eficacia de la vacuna nos dejarán más vulnerables a la infección y a la enfermedad, y pueden dificultar la contención del virus.
El gobierno de Biden acaba de anunciar una prohibición de viaje para los extranjeros procedentes de ocho países africanos. Esto ralentizará la propagación del virus en Estados Unidos, en el mejor de los casos, de forma modesta. Y envía una señal negativa a Sudáfrica, que ha hecho un trabajo extraordinario al identificar primero la variante y luego compartir con rapidez la información con la comunidad mundial. No está nada claro si la prohibición de viaje valdrá la pena o no.
Sin embargo, hay cosas que el gobierno de Biden puede hacer para preparar al país.
Estados Unidos debe apoyar los estudios en curso que ayuden a los investigadores a responder a las preguntas clave sobre el grado de transmisibilidad de la variante, si causa una enfermedad más grave y si puede evadir la inmunidad. Esto dará a las autoridades sanitarias una imagen más completa lo antes posible.
En segundo lugar, Estados Unidos debe intensificar la vigilancia genómica —seguimiento de los genes víricos y su evolución en el tiempo— para identificar la variante ómicron cuando llegue y seguirle la pista a medida que se propague, en teoría, por el país. Estados Unidos ha sido un sorprendente rezagado en la secuenciación genómica, y debe mejorar.
Los dirigentes estadounidenses también deberían empezar a hablar con los fabricantes de vacunas sobre la posible necesidad de crear vacunas específicas para la variante ómicron. Puede que no sea necesario pero, si hay un gran impacto en la eficacia de la vacuna, las nuevas vacunas serán fundamentales.
Por último, Estados Unidos debe impulsar un esfuerzo global para vacunar a más personas en África. Mientras que la vacunación mundial ha aumentado con velocidad, gran parte del continente africano se ha quedado atrás. En Sudáfrica, solo menos de una cuarta parte de la población está vacunada por completo.
Ha sido una pandemia larga hasta ahora, pero recordemos que no se trata de un reinicio a marzo del año pasado: el mundo tiene los medios para gestionar esta variante. Utilicémoslos.
Ashish K. Jha es decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Brown.