Mahajan empezó a trabajar después de que un cambio en la normativa del gobierno de Barack Obama en 2015 permitiera a las personas con visado de cónyuge tener un empleo y a principios de 2021 aceptó un nuevo trabajo de desarrollo empresarial en un bufete de abogados de inmigración. Sin embargo, los retrasos en los trámites relacionados con la pandemia hicieron que su autorización de trabajo expirara en julio, lo que la obligó a tomar un permiso.
“Te afecta emocionalmente y te agota”, comentó Mahajan, de 39 años, que vive en Scotch Plains, Nueva Jersey.
La semana pasada le dio un respiro, aunque solo temporalmente. Recibió los documentos de aprobación de su autorización de trabajo renovada, lo que le permite volver a la fuerza laboral. No obstante, un proceso que debía haber durado tres meses se alargó hasta diez, dejándola al margen todo el verano. Y como su visado está vinculado al de su marido, tendrá que volver a solicitar la autorización en diciembre, cuando se renueve el visado de él.
Cientos de miles de trabajadores extranjeros han desaparecido del mercado laboral a medida que la pandemia de coronavirus se prolonga, dejando huecos en profesiones de cuello blanco como la que ejerce Mahajan y en trabajos más orientados a los servicios en ciudades de playa y en estaciones de esquí. Los recién llegados y los solicitantes de visados temporales se vieron limitados inicialmente por los cambios de política del presidente anterior, Donald Trump, que utilizó una serie de órdenes ejecutivas para frenar muchos tipos de inmigración legal. Luego, las restricciones de viaje de la pandemia y los retrasos burocráticos hicieron que la inmigración cayera precipitadamente, amenazando con una pérdida de talento y potencial económico a largo plazo.
Es probable que algunos de esos posibles empleados faltantes vengan a trabajar cuando se levanten las restricciones de viaje y se solucionen los retrasos en el trámite de visados, como lo sugiere el ejemplo de Mahajan. Sin embargo, es probable que la reciente inmigración perdida a causa de la pandemia deje un hueco permanente. Goldman Sachs estimó en una investigación realizada este mes que a la economía le faltaban 700.000 titulares de visados temporales y trabajadores inmigrantes permanentes, y que quizás 300.000 de esas personas nunca vendrían a trabajar a Estados Unidos.
Los empleadores se quejan constantemente de que tienen dificultades para contratar y las ofertas de empleo superan el número de personas que buscan trabajo activamente, a pesar de que hay millones de trabajadores menos en comparación con el momento previo a la pandemia. La caída de la inmigración es una de las muchas razones de esa desconexión. Las empresas que dependen de los trabajadores extranjeros se han encontrado con que las olas de infecciones y los retrasos en los trámites de los consulados mantienen a los posibles empleados en sus países de origen o atrapados en Estados Unidos, pero sin poder trabajar.
“Los empleadores están teniendo que esperar mucho tiempo para que se aprueben sus peticiones y las renovaciones no se están procesando de manera oportuna”, señaló Stephen Yale-Loehr, un abogado de inmigración que enseña en la Facultad de Derecho de la Universidad de Cornell. “Van a tardar mucho tiempo en resolver el retraso”.
La entrada de trabajadores ya se había ralentizado mucho antes de la pandemia, como resultado de una ofensiva del gobierno de Trump que dificultó el ingreso de trabajadores extranjeros, refugiados y familiares de inmigrantes en Estados Unidos. Pero la pandemia llegó durante ese declive y lo aceleró dramáticamente: la emisión global de visados cayó en 4,7 millones el año pasado.
Muchos de esos visados habrían ido a parar a visitantes de corta duración y turistas, personas que probablemente volverán cuando se levanten las restricciones de viaje. No obstante, cientos de miles de visados habrían sido destinados a trabajadores. Sin ellos, algunos empresarios se han visto en apuros.
Los huéspedes de la posada de Penny Fernald en Mount Desert Island, Maine, tuvieron que pasar por la recepción para recoger las toallas este verano. El servicio de limpieza era limitado, porque solo una de las cuatro amas de llaves extranjeras que Fernald emplearía en un verano normal pudo pasar por el consulado y entrar al país este año.
Los vacacionistas que querían una ensalada Waldorf reinventada en Salt & Steel, un restaurante cercano, tenían que llamar con antelación para reservar y esperar que no fuera domingo, cuando el restaurante, escaso de personal, estaba cerrado.
“Esta ha sido la temporada más concurrida de Bar Harbor y hemos tenido que rechazar a la gente todas las noches”, comentó Bobby Will, chef y copropietario de Salt & Steel.
Suele contratar a algunos trabajadores extranjeros que realizan trabajos diurnos para otros negocios locales y luego trabajan para él por la noche. Este año, eso fue básicamente imposible. Se encontró con seis de dieciocho trabajadores menos. Modificó los platos para hacerlos más fáciles de emplatar —un risotto de langosta con hongos rebozuelos asados y guarnición colocada a mano se convirtió en un cassoulet de mariscos—, pero las innovaciones para ahorrar mano de obra no fueron suficiente solución. Al final tuvo que cerrar también los lunes y calcula que perdió entre 6500 y 8000 dólares en ventas por noche.
“Simplemente ha sido demasiado difícil para Bar Harbor”, comentó acerca de su ciudad, un centro turístico de verano enclavado entre Frenchman Bay y el Parque Nacional Acadia.
El gobierno de Joe Biden levantó en febrero una prohibición de la inmigración legal de la era Trump, y el número de extranjeros que llegan a Estados Unidos con visado se ha recuperado este año. Los datos mensuales muestran un repunte incipiente pero incompleto.
Para la reserva de mano de obra del país en el futuro, no está claro qué significará la caída de la inmigración en 2020 y el lento retorno a la normalidad. La estimación de Goldman Sachs de que a Estados Unidos le faltan 700.000 trabajadores extranjeros se basa en una metodología aproximada. La Oficina Presupuestaria del Congreso estimó a finales del año pasado que en la década de 2020 inmigrarían 2,5 millones de personas menos de lo que había calculado antes de la pandemia. La inmigración tiende a acumularse a medida que los residentes legales permanentes traen a sus familiares, por lo que se espera que el descenso de esta década conduzca a otros 840.000 inmigrantes menos entre 2031 y 2040.
Mientras que millones de estadounidenses siguen sin trabajo y potencialmente disponibles para ser empleados, los empleadores dicen que la contratación se ha complicado debido a las secuelas de la pandemia. Algunos hogares no cuentan con guarderías o temen el resurgimiento del virus. Otros se están replanteando carreras en industrias agotadoras después de un trauma de salud pública colectiva que ha cambiado de perspectiva. A menudo los inmigrantes realizan trabajos que tienen dificultades para atraer a los trabajadores nativos.
Algunas empresas son reacias a pagar lo suficiente para atraer a los locales. Fernald recibió algunas solicitudes para puestos de limpieza, pero paga 16,50 dólares por hora, y los solicitantes habían esperado recibir entre 20 y 23 dólares.
Incluso para quienes estaban dispuestos a pagar lo que exigen los posibles trabajadores —Will pagaba a los cocineros 22 dólares por hora y les garantizaba 10 horas semanales de trabajo extra— era difícil compensar la falta de trabajadores locales de intercambio de estudiantes y de empleados estacionales del extranjero. Espera que la contratación sea más fácil en 2022.
“Sinceramente, no sé qué esperar”, comentó.