Este aumento exponencial en la capacidad de manejo de datos no solo representó un notable avance desde una perspectiva puramente científica, sino también un impacto en nuestra capacidad para adquirir, procesar, convertir y transmitir conocimiento.
Pero no solo las computadoras se han comportado de esa manera, ya que el conocimiento humano también tiene su propia Ley de Moore.
En efecto, mientras en el siglo diecinueve el conocimiento humano se duplicaba cada cien años, para el siglo veinte ese lapso se había reducido a apenas veinticinco, en la actualidad se calcula que lo hace cada dos, y muchos predicen que en no más de diez años la humanidad duplicará su conocimiento colectivo cada doce horas.
Frente a este vértigo de números y exponenciales, cabe preguntarnos dónde habrán quedado, y que rol tendrán en nuestro suceso personal, aquellas cosas que aprendimos mientras cursábamos en la universidad. Probablemente mucho menos de lo que nos imaginamos.
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Cuesta asimilarlo, pero si el conocimiento humano se duplica cada dos años, eso quiere decir que por lo menos la mitad de lo que un licenciado aprende en el cursado de su carrera ya habrá dejado de ser conocimiento de punta para cuando reciba su diploma.
Así las cosas, es claro que resulta necesario plantear una estrategia de crecimiento y desarrollo personal que nos permita mantener nuestra competitividad profesional frente a un mundo que se mueve aceleradamente bajo nuestros pies, desafiando a cada minuto aquello que suponemos que sabemos.
Hace muchos años, cuando yo aún era un estudiante, un experimentado docente me dijo que en las universidades ensañábamos sobre la base de conocimientos del pasado, a los alumnos del presente, para trabajos que muy probablemente no existirán en el futuro. Hoy, yo no podría estar más de acuerdo.
Se plantea entonces el desafío de abordar un ineludible y necesario proceso de actualización personal que garantice el mantenimiento de nuestra relevancia como profesionales o empresarios. Resulta imprescindible mantener una sensación de urgencia que nos estimule a seguir aprendiendo, pero esto también merece una reflexión, ya que la clave no está solo en decidir qué aprender, sino en cómo hacerlo, porque es en ese cómo donde encontraremos la ventaja competitiva necesaria para garantizar nuestra relevancia en un mundo que nos desafía a cada minuto.
Frente al desafío de la obsolescencia del conocimiento, se imponen metodologías, tecnologías y modelos instruccionales novedosos que lejos de mantenernos alejados de lo nuevo, nos sumen a un proceso colaborativo de generación de conocimiento.
Por ejemplo, podemos darnos el lujo de conversar con gurús de los negocios, o escuchar su más reciente presentación, manteniéndonos así en la cresta de la ola del conocimiento.
Y con la misma lógica, también podríamos trabajar con mentores mano a mano, acortando las distancias del conocimiento e ir directamente a la fuente.
Director de Bright Domino Corporate University
Jorge Fantin
Hace muchos años, cuando yo aún era un estudiante, un experimentado docente me dijo que en las universidades ensañábamos sobre la base de conocimientos del pasado, a los alumnos del presente, para trabajos que muy probablemente no existirán en el futuro. Hoy, yo no podría estar más de acuerdo.