EDITORIAL

Sueño turístico socavado por las mentiras

Si un turista extranjero o un migrante connacional llega hoy al país, ¿cómo está el Aeropuerto?

En 2002 se presentó  el Estudio para el Desarrollo Turístico Nacional de Guatemala, un completo examen de regiones de destino, rutas de desarrollo y necesidades de infraestructura, no solo vial, sino también de instalaciones y facilidades para brindar atención de calidad a los visitantes nacionales y extranjeros. El análisis fue donado por   la cooperación japonesa. La apuesta era aumentar la llegada de estos últimos mediante política sostenida  y visionaria, de promoción y seguridad, mejora logística e impulso de las empresas pequeñas y grandes, sobre todo en áreas rurales.

  Todavía no estaba de moda   hablar de “experiencia de usuario”, pero en eso consistía parte de la estrategia: convertir a los visitantes en los mejores voceros  de la riqueza ecológica, multicultural, paisajística arqueológica, histórica, gastronómica e incluso climática del país. Lamentablemente, en aquel 2002 en el Ejecutivo había una voraz gavilla que perpetró múltiples actos de corrupción, comenzando por el propio mandatario que hasta purgó cárcel por un delito conexo. La historia registra los despropósitos de aquel cuatrienio, en el cual se frenó la inversión vial con el demagogo discurso de que eso “solo beneficiaba  los ricos”.

 En  2004, tras aquella estafa,  una veintena de partidos políticos firmó la Agenda Nacional Compartida, un supuesto acuerdo de nación para impulsar el Desarrollo. De  ellos  solo queda uno, y el resto se ha extinguido y transmutado en símbolos, con reciclaje de caudillos y también advenedizos oportunistas, sin creatividad ni capacidad técnica ni  criterios prospectivos de innovación. Ese año se comprometieron a mejorar la educación, la salud y también a potenciar el turismo  como uno de los “nuevos motores de la Economía”. Así se describió.

Algunos de esos partidos o sus engendros hicieron gobierno o fueron parte de alianzas oficialistas. Pero solo le dieron  largas al asunto, excusas o emprendieron supuestas políticas turísticas sin fondo  ni coherencia. Si hubieran tenido continuidad, inteligencia y, sobre todo, integridad, no veríamos   la debacle en que están hoy las carreteras, el aeropuerto La Aurora y la mayoría de destinos turísticos, que continúan sobreviviendo a pura inercia y  porque Dios es grande.

Un prominente empresario turístico de República Dominicana,  potencia continental del ramo, lo dice claro: Si la política no es seria y consistente, el potencial turístico de Guatemala seguirá estancado. La infraestructura, la conservación ambiental y la certeza jurídica para las inversiones son   pilares clave, afirma Frank Rainieri, presidente de Grupo Punta Cana. Tiene sentido lo que expone. Pero eso mismo recomendaba  el estudio de 2002, el cual era tan completo que hasta contemplaba tres escenarios: “Optimista”, con  crecimiento acelerado de visitantes, rebasando en cifras de ingreso a países cercanos y evolución del desarrollo turístico con una cercana cooperación pública y privada. Obviamente no estamos en él. Había uno llamado “Tendencia lineal”, en el que había un aumento gradual, el beneficio socioeconómico crece poco y no hay nuevos mercados.

Si un turista extranjero o un migrante connacional llega hoy al país, ¿cómo está el Aeropuerto? Si quiere ir a Retalhuleu, ¿con qué se va a encontrar? Si desea visitar El Mirador, Aguateca o Dos Pilas porque ha oído maravillas de esos sitios mayas, ¿qué facilidades tiene? O si vienen dos cruceros, ¿en dónde atracarán? Es obvio que estamos en el escenario denominado en 2002 “Pesimista”: con inestabilidad social, inversión estancada, poca innovación y caídas en el arribo de visitantes. Es urgente hallar la salida, sin demagogias ni mentiras.

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