EDITORIAL

Pandillas son un desafío masivo

Las pandillas son un problema viejo, que combina precariedades, desintegración familiar, represión heredada de los tiempos de guerra y que ahora se refleja a través de polarizaciones gregarias.

El actuar de las pandillas se ha transformado y acrecentado de aquellas gavillas de muchachos inadaptados a enormes estructuras, jerarquizadas, con códigos complejos y la finalidad unívoca de vivir al margen de la sociedad, mediante delitos contra la vida y la propiedad.

La apertura a juicio contra 114 pandilleros señalados de estar vinculados a extorsiones constituye una lamentable muestra de la dimensión que han alcanzado estas bandas. Pero aún más lamentable es constatar que muchos de los acusados se encontraban ya en prisión y desde allí ordenaron exacciones, intimidaciones e incluso la muerte de guatemaltecos productivos que se negaron a pagar.

En efecto, en junio comenzó el operativo en la prisión El Infiernito, Escuintla, en donde los pandilleros tenían electrodomésticos, mobiliario, televisores, videojuegos, terminales de internet, teléfonos celulares y decenas de miles de quetzales en efectivo: obvio botín extorsivo. El traslado de reos hacia otra cárcel para proceder a la remodelación del centro penal para convertirlo en una instalación de alta seguridad despierta expectativas; sin embargo, el beneficio de la duda es limitado, debido a las reiteradas decepciones de gobernantes anteriores, incluyendo a uno que supuestamente era experto en el Sistema Penitenciario.

En todo caso, las pandillas son un problema viejo, que combina precariedades, desintegración familiar, represión heredada de los tiempos de guerra y que ahora se refleja a través de polarizaciones gregarias. Que no se lea en la anterior afirmación una victimización, pero es necesario partir del hecho de que la sociedad sigue propiciando condiciones para que más púberes y adolescentes de áreas marginales se sumen a las maras, ya bajo amenaza, ya por vacío existencial.

En ese sentido es importante que el Sistema Penitenciario distinga entre aquellos delincuentes reincidentes, prácticamente incorregibles, que deben ir a un encierro severo y los jóvenes que todavía pueden tener el deseo de superar el odio, sobreponerse al resentimiento y encontrar caminos constructivos de vida. Por supuesto que para eso se necesita de un sistema de rehabilitación que integre disciplina y propósito de vida, a fin de constituir una alternativa.

La encarcelación masiva a lo Bukele puede constituir un efectismo momentáneo y una aparente solución permanente, pero no deja de ser cortoplacista si no ataja el fermento del pandillerismo, sobre todo en barriadas y asentamientos. Se necesitan programas preventivos que impulsen el deporte, descubran talentos y acompañen la formación de niños y jóvenes. Iglesias, grupos comunitarios y comunidades universitarias podrían sumarse a esta cruzada preventiva, que puede tener elementos lúdicos, artísticos y educativos.

El operativo de El Infiernito también dejó un centenar de denuncias contra guardias penitenciarios señalados de cohechos, trasiegos y de facilitar discrecionalidades que solo ponen en peligro a la ciudadanía, puesto que vulneran el sistema de sanción y disuasión. Ya se lanzó una convocatoria en el Sistema Penitenciario para aspirantes a un programa de formación de guardias, lo cual constituye una oportunidad para establecer la profesionalización y la carrera por méritos auditados dentro de tal entidad. Requisas en otras cárceles han dejado los mismos decomisos ya mencionados, por lo cual también es necesario revisar los procesos de seguridad en las visitas. Lamentablemente,  en la actividad pandillera se han visto envueltos familiares y convivientes, que terminan convertidos en cómplices del crimen.

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