Editorial

Oneroso costo nacional de las necedades

En el presente también existen necedades que complican el flujo vehicular y son alimentadas por la impunidad.

Necedad es la calidad de necio, y según el Diccionario de la Lengua Española,   esta palabra, que es  la vez sustantivo y adjetivo, se aplica al “ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber”. Una segunda acepción es “falto de inteligencia o de razón”. Y no es que se pretenda insultar a nadie, pero ante las rudas consecuencias de apenas tres semanas de temporada lluviosa  se deben buscar las causas de la debacle vial que sacude al país, cuyas consecuencias no solo son del tránsito, sino también económicas, laborales y sociales.

Basta atestiguar el infernal atasco vial desde o hacia el enclave urbano de Palín, Escuintla. El socavón de la autopista devolvió de súbito miles de vehículos livianos y pesados a este cuello de botella. Otro tanto del parque vehicular se desvía por la Ruta Nacional 14, que no solo es angosta, sino de marcada pendiente, pero además  con algunos tramos en riesgo por efecto de las mismas precipitaciones pluviales y vehiculares combinadas.

Una necedad reciente  fue la decisión demagógica del expresidente Alejandro Giammattei Falla, que en pleno año electoral y con una finalidad a todas luces clientelar  optó por no concesionar de nuevo el mantenimiento de la autopista Palín-Escuintla, cuyo pago de peaje obligaba a una empresa privada a dar mantenimiento preventivo o, de ser necesario, reparación a esta vía estratégica. El Ministerio de Comunicaciones, bajo control del entonces ministro Javier Maldonado, quedó como responsable del tramo desde abril de 2023, y es improbable pensar que el socavón del 12 de junio, por deterioro de una tubería, se deba solo al invierno actual. Además existen  tramos viales construidos o dejados   inconclusos   por el anterior gobierno que ya están deteriorados y amenazan con ser los próximos émulos del fiasco del libramiento de Chimaltenango.

Pero hay necedades previas y continuadas  que hoy se pagan  muy caro en costos logísticos y de competitividad. Desde 2006 existe   un proyecto de anillo regional  cuya construcción se ha rezagado por múltiples pretextos burocráticos o simples incompetencias de ministros necios, como el que andaba por allí con un brazo con cabestrillo procurando librarse del caso Odebrecht. El proyecto de interconectar rutas sin pasar por la capital sigue siendo necesario y, sobre todo, realizable. Se necesita   voluntad política, claridad estratégica y una visión de Nación que involucre a los tres poderes, para evitar sabotajes.

En el presente también existen necedades que complican el flujo vehicular y son alimentadas por la impunidad: son esos pilotos de autobuses, camiones y vehículos livianos que deciden irse contra la vía o sobre el camellón de ruta contraria para pasar sin hacer fila. Ni la Policía Nacional Civil ni la Brigada de Protección Vial ni ninguna Policía Municipal de Tránsito hacen nada para detener a estos cafres, menos aún para multarlos o sancionar a las unidades. Los agentes que pasan horas estériles en los “puestos de control institucional”, cuyos resultados se desconocen, aportarían más controlando los desmanes de estos pilotos necios. 

 La reparación de la autopista es la más obvia y urgente necesidad, así como analizar su regreso al modelo de concesión; también es imprescindible detectar y atender tramos en peligro.  Pero lo verdaderamente trascendental para las autoridades es sobrepasar el cortoplacismo necio que nos condujo a este laberinto embotellado. Sería alentador que comiencen a enderezarse o replantearse procesos en contra de los estafadores carreteros de los aprovechados del botín vial de 2022, algo para lo cual hay ya suficientes indicios y denuncias del CIV y de la Contraloría, así que debería ser “viable”, a menos que  pesen más otras necedades en el MP.

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