EDITORIAL

La más valiosa gema

En toda estrategia educativa y también de posicionamiento turístico, nacional o regional, la temática arqueológica debe superar prejuicios o la curiosidad superficial.

Sin duda alguna, uno de los grandes pendientes de la educación guatemalteca, en todos los niveles, es instruir, crear conciencia, motivar y facilitar la experiencia de valorar la grandeza prehispánica guatemalteca en sus diversas manifestaciones. En plena capital, el sitio Kaminaljuyú y el cercano Museo Miraflores constituyen un destino cultural, familiar y edificante, un auténtico viaje en el tiempo, un vistazo al desarrollo alcanzado por una de las grandes civilizaciones fundacionales de la humanidad, pero también a los errores que causaron su decaimiento.

Sitios como Iximché y Utatlán, capitales de los señoríos kaqchiquel y quiché, son otra ventana a la etapa en la que arrancó la configuración de la nación guatemalteca. La Conquista no estuvo exenta de barbaries y polémicas, pero a la vez de puentes culturales, encuentro de visiones y expansión de productos agrícolas que hace 500 años solo existían en América. Por supuesto, están los sitios de tierras bajas y de la Costa Sur que completan este collar de reliquias que, a veces, parece ser más conocido por extranjeros que por connacionales.

En toda estrategia educativa y también de posicionamiento turístico, nacional o regional, la temática arqueológica debe superar prejuicios o la curiosidad superficial, para pasar a convertirse en una convicción por conocer cada vez más de los sucesos históricos, el estudio paleográfico, el aprecio por la estética y una valoración genuina del tesoro cultural. Por supuesto, este patrimonio tiene una función importante como motor económico y de desarrollo comunitario, que aún no alcanza todo su potencial.

Tomando en cuenta la conexión integral de la cosmovisión maya entre todos los elementos de la existencia, se puede emprender un redescubrimiento de parajes y accidentes geográficos, de amplio contexto simbólico e incomparable belleza, que pueden convertirse en atractivos destinos para nacionales y extranjeros, con pertinencia cultural y criterios de conservación sostenible.

Tomando en cuenta el devenir histórico y reforzando su fortaleza como activos económicos, las raíces ancestrales y monumentales tienen conexión directa con la deslumbrante belleza del tesoro colonial guatemalteco. Esa fusión de líneas artísticas europeas, transformadas por el talento local, generaron expresiones deslumbrantes plasmadas en fachadas de templos, imaginería, arquitectura, gastronomía, danzas y arte. Todo ello merece un mayor y mejor conocimiento a través de la enseñanza escolar, para posibilitar generaciones de guatemaltecos más conscientes de su pasado, de su identidad y sobre todo de su futuro, en un contexto geográfico que hoy es golpeado por factores climáticos, pero que no reduce un ápice las posibilidades de convertirlo en gancho de visitantes.

En este mes de julio se conmemorarán los 500 años de la fundación de la capital de Guatemala, cuyos traslados reflejan un devenir sujeto a la interacción de naturaleza y decisiones humanas. El objeto de esta breve relación de elementos, identidades y contextos es invitar a un nuevo descubrimiento de la belleza guatemalteca, de la resiliencia de sus habitantes y la constante revalidación de la fusión multicultural de este territorio, que constituye la más valiosa y multifacética gema de Guatemala ante el mundo.

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