Pluma invitada

Trump no está eligiendo a un compañero de fórmula; está buscando a un coprotagonista

Una búsqueda tradicional para la vicepresidencia se lleva a cabo con discreción.

La pugna pública entre varios candidatos para convertirse en el compañero de fórmula de Donald Trump ha adquirido tintes circenses. En el tribunal de lo penal de Manhattan donde se le juzgó por falsificar registros comerciales (y donde fue declarado culpable de los 34 cargos), apareció un desfile de acólitos, a menudo con corbatas rojas de Trump, con la aparente esperanza de impresionar a su posible futuro compañero de candidatura: el senador de Ohio, J.D. Vance; el senador de Florida, Rick Scott; el senador de Alabama, Tommy Tuberville; el empresario y excandidato presidencial, Vivek Ramaswamy y otros más.

Los votantes merecen un candidato calificado y capaz que esté preparado para asumir el segundo cargo más alto.

Los aspirantes pidieron tiempo ante las cámaras, hicieron declaraciones públicas de apoyo y más tarde publicaron en las redes sociales comentarios sobre la injusticia del veredicto. Trump ha invitado a otros posibles compañeros de fórmula, como el senador Tim Scott, a unirse a él en sus mítines, donde a menudo desempeñan el papel de animadores que presentan a la atracción principal en los términos más rimbombantes.

Una búsqueda tradicional para la vicepresidencia se lleva a cabo con discreción, con posibles candidatos que presionan entre bastidores y a través de operadores, mientras minimizan en público su interés. La búsqueda de Trump se está pareciendo más a una audición para un concurso.

Pero Trump siempre gobierna para las cámaras, su electorado favorito. Visto a través de esa lente, sus apuestas para la vicepresidencia tienen mucho más sentido. El proceso se lleva a cabo en público, con su descarnado arribismo a la vista, a la manera habitual de un programa de telerrealidad. Trump fue el primer presidente de la telerrealidad en Estados Unidos y ahora está reviviendo los éxitos: ha convertido el concurso de vicepresidentes en una reinvención de “El aprendiz”.

Es una mentalidad que llegué a entender muy de cerca mientras lo entrevistaba, a partir de 2021, después de que salió de la Casa Blanca, para un libro sobre “El aprendiz”. Trump me dedicó horas de su tiempo, a menudo prolongando nuestras reuniones programadas en la Torre Trump mientras veíamos juntos fragmentos del programa. Me di cuenta de que, en muchos sentidos, Trump ve su candidatura a la presidencia y su estancia en la Casa Blanca como extensiones de su programa de telerrealidad. En nuestras conversaciones, parecía más absorto en su imagen y en las minucias de su carrera televisiva que en todo lo que ha conseguido como líder del mundo libre.

Su experiencia como presentador de “El aprendiz” influye en su modo de ver el mundo y de tomar decisiones. Suele hablar de los solicitantes de empleo en términos de “reparto principal”, como un productor que reúne al reparto de una película. Para el programa, Trump acudía a las audiciones para conocer a miles de concursantes y me dijo que creía que podía identificar el poder de una estrella tan solo con verla. Esa actitud ayuda a explicar lo que busca en un vicepresidente: la capacidad de generar titulares y provocar el tipo de drama que garantice que su audiencia no dejará de mirar lo que sucede.

En esta visión del mundo, la lealtad lo es todo. A Trump le encantaba hablarme de Joan Rivers, una de sus ganadoras favoritas de “El aprendiz: Celebridades”, quien en público hablaba de él con cariño y le atribuía el mérito de haber revitalizado su carrera tras su paso por el programa en 2009. La celebridad es también un calificativo fundamental. Trump me contó que en la Casa Blanca se planteó recurrir a Dennis Rodman, un exjugador estrella de la NBA y concursante de “El aprendiz: Celebridades”, para que le ayudara a navegar por la diplomacia exterior, ya que admiraba cómo Rodman había forjado una estrecha relación con Kim Jong-un, el dictador norcoreano. Trump también se llevó a Washington a Omarosa Manigault Newman, concursante de “El aprendiz” y famosa alborotadora de la pantalla, como asesora política. “Muchas de las cosas que hago en la vida, las hago como experimento”, me dijo al explicar esa decisión. “Es decir, lo hago por interés humano: solo para ver quién es leal y quién no”.

El “experimento” que Trump está llevando a cabo es cómo puede mantener nuestra atención. Hollywood le enseñó que una manera segura de conseguir audiencia es mantener a los espectadores en vilo y provocar el drama. Esa mentalidad es evidente en su búsqueda de un vicepresidente. Se ha informado que a Marco Rubio, quien ha pasado su carrera política nacional representando a Florida en el Senado, se le pediría que se trasladara fuera del estado en gran medida como un gesto para demostrar su lealtad hacia Trump. Se está dando un debate sobre si la Constitución prohíbe que ambos miembros de la candidatura estén registrados para votar en el mismo estado y, aunque Trump podría cambiar sin gran problema su residencia a Trump Tower o Bedminster, Nueva Jersey, presionar a Rubio para que se traslade sería la prueba de lealtad definitiva.

Por otra parte, a los estudiosos de “El aprendiz”, les parece poco probable que elija al hombre del que alguna vez se burló al llamarlo “Marquito”. En algunas temporadas de la serie, Trump a menudo parecía tener a propósito a un candidato como pista falsa, como cuando mantuvo a Gary Busey en la sala de juntas más allá del punto de plausibilidad.

También es probable que Trump busque un compañero de fórmula con una gran personalidad para el papel de su compañero, pero no tanta ya que podría desviar la atención que Trump anhela. Esa distinción puede no ser un buen augurio para un candidato como Ramaswamy, que busca esa atención y que se presentó para derrotar a Trump en las primarias de este año. Podríamos pensar en Ramaswamy como en el concursante de “El aprendiz” Sam Solovey de la primera temporada, a quien muchos espectadores consideraban demasiado molesto por sus trucos, como intentar vender un vaso de limonada por 1000 dólares en Wall Street. La exagerada personalidad de Solovey acabó por provocar su expulsión del programa.

El senador Vance, que calificó la condena por delito grave de Trump de una “vergüenza para el Estado de Derecho y nuestra Constitución”, parece aspirar a ocupar el lugar del ganador favorito de “El aprendiz” de Trump, Bill Rancic. Rancic, un empresario que se llevó el primer premio en la primera temporada, siempre pareció ceder el protagonismo a Trump, al actuar como un hombre de confianza que nunca traicionó a su jefe. Rancic nunca ha criticado a Trump, una estrategia que los aspirantes a vicepresidentes de Trump han adoptado.

Por supuesto, todos cuestionan si las elecciones vicepresidenciales en última instancia importan tanto. Teddy Roosevelt describió ese cargo como algo que “no lleva a ninguna otra parte, excepto al olvido”. Aun así, los mejores vicepresidentes desempeñan el cargo con dignidad y ofrecen poderosas cualidades legislativas complementarias al presidente al que sirven. Sea cual sea su política, el presidente puede y debería esperar más de un aspirante a vicepresidente que simplemente ser un buen lacayo. Los votantes merecen un candidato calificado y capaz que esté preparado para asumir el segundo cargo más alto (y, quizá, el más alto) del país.

A juzgar por las acciones de Trump hasta ahora, no está claro que esté pensando en alguna de estas importantes cualidades de su compañero de fórmula. Existe la posibilidad de que quien lo adule con mayor eficacia obtenga el puesto. Durante 14 temporadas de “El aprendiz”, Trump compartió la pantalla con varios subordinados, pero el programa siempre giró en torno a él; incluso los concursantes ganadores se convertían en embajadores de su marca.

Ahora vuelve a ocuparse del reparto del mayor espectáculo de telerrealidad del país. Solo quiere asegurarse de que seguimos viendo.

ESCRITO POR:

Ramin Setoodeh

Coeditor en jefe de Variety

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