Mirador

La nueva casta primaveral

La casta se ve perdida, defraudada, abandonada y sin horizonte claro, porque las cosas no han salido como pensó en su enfermizo optimismo.

A pesar de las lluvias que destrozan a cachitos el país, la primavera ha entrado en el mundo de las cuatro estaciones, y en el de la política nacional, aunque se rija por otros parámetros. No deja de ser curioso, interesante a la vez y preocupante al mismo tiempo la nueva secta de Semilla que florece diariamente en redes y medios de comunicación.


No importa si el Presidente viaja mucho, el ministro de Finanzas pide Q14,500 millones extraordinarios para pactar con diputados y alcaldes, la SAAS gasta dinero público en fotógrafo, carne carísima, ropa de cama de hotel de cinco estrellas, acondiciona la piscina de la casa presidencial o el personal de seguridad cuenta con masajista para sus contracturas, porque la casta todo lo perdona. Un grupo, mayormente anónimo, que en redes se dedica —como hicieron “los otros”— a descalificar y atacar a quienes osen cuestionar esos desmanes no corregidos en este “nuevo y esperanzador” gobierno. Defienden su doctrina con virulencia y argumentos como: “antes no decían nada” o “no se puede comparar con lo que robaban los gobiernos anteriores”, cerrando los ojos y relegando la ética a realidades visibles.


Son los mismos que aplaudieron fervientemente cuando Thelma Aldana —con Cicig y los USA— cambió la ley del MP para perpetuarse y que nadie pudiera prescindir de ella, aunque ahora, después de haber vitoreado aquella barrabasada, se rasgan las vestiduras porque no pueden sacar a la actual Fiscal General. No disimulan, como predijera Juan Gabriel, que “la costumbre es más fuerte que el amor” y siguen haciendo de las suyas por lo que realmente se preocupan: el poder; en modo alguno, el país. Es muy lamentable que se siga aprobando la corrupción de amigos mientras se castiga la de los enemigos, doble moral visible en demasiados comentarios, y que muestra de qué están hechas ciertas personas, y la razón principal de no progresar a pesar de años de independencia y gobiernos muy diferentes.

Es muy lamentable que se siga aprobando la corrupción de amigos mientras se castiga la de los enemigos, doble moral visible en demasiados comentarios.


La casta se ve perdida, defraudada, abandonada y sin horizonte claro, porque las cosas no han salido como pensó en su enfermizo optimismo. La elección de jueces y magistrados se les ha torcido y las próximas elecciones en los USA corren peligro de dejar vacío un Departamento de Estado que apenas los escucha en estos momentos —porque, como siempre ha sido, los han utilizado— y ahora buscan sobrevivir a la locura republicana que se avecina. No saben qué hacer, y ocultos detrás de perfiles y con el apoyo de algunos medios que les multiplican su narrativa gastan sus últimos cartuchos.


Estoy convencido de que lo que venga puede ser mucho peor que lo que hay, pero no me disuade en absoluto que lo actual merezca la pena conservarlo, más allá de tener que tomar una decisión en un desesperado dilema en el que nos colocamos permanentemente por chambones, y por no respetar principios democráticos que quedaron evidenciados en las urnas al despreciar por mayoría la oferta política de hace un año.


El país tiene demasiado resentimiento y polarización que hace que desde un extremo se vea malo el otro sin advertir que son el mismo punto de un círculo que se presenta como segmento. Odio, venganza, rechazo, animadversión, rencor y violencia verbal parecen ser los pilares sobre los que construyen el país, y las castas —porque la nueva no sustituye a la vieja— son peones y obreros de ese andamiaje.


No pasaremos de finales del 2025 —agenden— y nos autodestruiremos ante la incapacidad de hacer las cosas con respeto, ética, integridad y pensando en el bien común.

ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.

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