Imagen es percepción

El río Sena: caudal de controversias

La ceremonia fue una falta de respeto hacia creencias y símbolos sagrados, y no basta pedir disculpas.

Con un simbolismo oculto y elementos que parecen distantes del espíritu olímpico, se llevó a cabo la inauguración de la edición de París 2024. Un evento preparado durante 10 años que no dejó nada al azar, estaba colmado de mensajes subliminales que anuncian a la humanidad la llegada de los últimos tiempos.

Mofarse de la religión, utilizar a los niños y el deporte en situaciones inapropiadas, en una ceremonia tan importante, fue un grave error.

La ceremonia comenzó con un personaje misterioso, protagonista principal del acto de más de cinco horas. Representaba al barquero Caronte, una figura de la mitología griega que llevaba a los muertos al inframundo. Su imagen simboliza la inevitabilidad de la muerte y el paso al otro lado. Curiosamente, detrás navegaban todos los barcos de las naciones, portando sus banderas y aceptando esa transición.

Uno de los puntos más polémicos fue la recreación de La Última Cena con drag queens, un símbolo central del cristianismo que conmemora la última comida de Jesús con sus discípulos antes de su crucifixión. Esto fue visto como una falta de respeto y una trivialización de un acto sagrado. Se señaló que tales representaciones no habrían sido posibles con símbolos de otras religiones, como el islam. Además, la ceremonia incluyó un acto de la decapitación de María Antonieta, interpretada por muchos como una señal de la persecución venidera para los cristianos en el mundo.

Un momento destacado fue la aparición de un jinete sobre un caballo metálico, que también recorrió el río Sena. La estética buscaba evocar una imagen futurista y moderna, pero muchos lo interpretaron como la entrada en escena de uno de los jinetes del Apocalipsis, que trae consigo al “anticristo”. Utilizar escenas asociadas con la muerte y el juicio final en un evento de celebración es de mal gusto y alarmante. Resultó extraño colocar la cabeza de un becerro de oro junto al logo de los Juegos Olímpicos. Este es un símbolo de idolatría y no había un registro oficial de este personaje como parte del logo o mascota.

Estas representaciones pueden ser dolorosas para los cristianos, quienes sienten que su fe está siendo ridiculizada o subestimada. El cristianismo, como muchas otras religiones, tiene símbolos y narrativas profundamente significativas, y el uso irrespetuoso de estos, en contextos artísticos o públicos, puede generar indignación. Además, el hecho de que estas actuaciones ocurrieran en un evento global de gran visibilidad amplifica el sentimiento de agravio.

Esta ceremonia tan cuestionada fue poco inclusiva, ya que millones de personas se sintieron marginadas e irrespetadas. Fue vista como un reflejo de una sociedad que ha perdido el rumbo, resaltando una cultura que prioriza la provocación y el espectáculo, sobre el respeto y la reverencia por lo sagrado y lo tradicional, donde los límites entre lo sacro y lo profano se vuelven cada vez más borrosos.

Mofarse de la religión y utilizar a los niños y el deporte en situaciones inapropiadas en una ceremonia tan importante fue un grave error. Aunque el Comité Olímpico ha pedido disculpas, el daño ya está hecho y algunos patrocinadores se han retirado del evento. Esta vez, los cristianos no están dispuestos a poner la otra mejilla y permitir que sigan burlándose de Jesucristo, la máxima figura del cristianismo. Y como Él mismo dijo en la Cruz: “Perdónalos porque no saben lo que hacen”.

La blasfemia mostrada en los Juegos Olímpicos es algo que el mundo nunca había visto antes. Las imágenes en la ceremonia de apertura cruzaron la línea roja, y los mensajes subliminales enviados a las naciones son la antesala de cosas terribles por venir. Se evidenció una agenda satánica y ocultista tan clara que incluso los no creyentes y ateos reconocieron que algo maligno estaba ocurriendo allí, y contenía mensajes ocultos.

ESCRITO POR:

Brenda Sanchinelli

MSc. en Relaciones Internacionales e Imagen Pública. Periodista, experta en Etiqueta. Dama de la Estrella de Italia. Foodie, apasionada por la buena mesa, compartiendo mis experiencias en las redes.