Soy Marielos, no Tania
producto de un sistema que beneficia a unos pocos, en detrimento de la mayoría. Sostengo que los derechos a la memoria, la verdad y la justicia son irrenunciables y que la consolidación de la democracia y el estado de Derecho no puede lograrse a partir del olvido y de la impunidad. Así pienso y sobre eso escribo y, que yo sepa, eso no es ningún delito.
Probablemente, mi voz y mis escritos difieren del discurso y la postura ideológica que prevalece en los medios de comunicación, pero quienes pensamos diferente también tenemos derecho a expresarnos. Parece que romper la hegemonía desde la palabra representa una grave afrenta para quienes creen que les asiste la razón y la verdad absoluta, y por eso, desde hace muchos años, se han dado a la tarea de hacerme callar. Lo han intentado de diversas formas —allanaron mi casa y amenazaron a mis hijos, me conminaron a dejar el país para no asesinarme, me persiguieron— siempre tratando de infundirme temor, porque el miedo paraliza y quien está paralizado no habla y no escribe. Hasta ahora no lo han conseguido, será porque creo en mi derecho a expresar lo que pienso, será porque respeto y defiendo la libertad de otros a hacerlo también, será porque me acompaña el ejemplo de valentía y dignidad de mi padre.
Esta vez el ataque vino en forma de calumnia. Pretender mancillar mi reputación, mi nombre y credibilidad, que es el bien más preciado para un periodista, fue la fórmula que ahora encontraron. Sabiendo perfectamente que nunca pertenecí a ninguna organización política o guerrillera y que nunca cometí delito alguno, se me acusa de ello para que la duda pese sobre mí y así intentar inhabilitarme para seguir ejerciendo la profesión y publicando artículos de opinión. Es perverso utilizar el sistema penal para criminalizar a un periodista, y eso es, ni más ni menos, lo que está ocurriendo. Digamos que estamos frente a un “asesinato de la reputación” disfrazado de búsqueda de justicia.
No puedo negar de dónde vengo. Soy hija de un abogado acribillado por un escuadrón de la muerte en los años 80, que desde su profesión se empeñó por construir una Guatemala distinta, y eso marcó mi vida. La marcó para hacer del periodismo una profesión al servicio de los excluidos, la marcó para levantar mi voz en favor de la memoria, la verdad y la justicia, como pilares para construir un país reconciliado. No me callaron las amenazas y no me callará la calumnia, no porque no tenga temor, sino porque me niego a aceptar que tengamos que ser rehenes del miedo.
Soy Marielos Monzón, periodista, y eso para algunos, parece ser un delito.