Cómo surge la idea de la despenalización de las drogas, ¿ya la tenía preparada?
Lo que tenía preparado y con toda claridad es que vamos a seguir con firmeza la lucha contra el narcotráfico, pero por otro lado, creemos que después de 30 años de estar en esta lucha contra el narcotráfico es necesario empezar a discutir otras alternativas y buscar procesos que den más y mejores resultados.
Algunos sectores han dicho que no hay una propuesta concreta y eso le ha permitido hablar primero de despenalización y después retrotraerse al debate. ¿Es así?
Es una iniciativa que no es únicamente para el país, ni para Centroamérica, sino que el debate se torna regional y mundial, por eso fuimos cuidadosos para no dar de una vez los cuatro o cinco pasos que debíamos seguir, porque el tema se nos muere en una semana.
Obviamente la respuesta de EE. UU., y las que dieron algunos presidentes de Centroamérica, hubiera debilitado totalmente la posición y hubiera matado cualquier posibilidad de debate.
Nosotros dejamos abierta la posibilidad, es decir, podemos hablar de la despenalización, pero podemos también plantear otras estrategias.
¿Al explorar otras rutas se comienza a descartar dicha medida y enfocarse en otras?
No necesariamente estamos descartando eso, porque los invitados van a venir a hablar sobre la problemática global del narcotráfico, los efectos en la salud y en los consumidores.
¿Esperaba usted la reacción en contra de EE. UU. y de dos agencias de la ONU?
De EE. UU. hay que entenderlo en el contexto en donde recibir una iniciativa es algo que obviamente van a salir a tratar de cortar el paso muy rápido.
Primero hay que entender el contexto de que en EE. UU. están en un año electoral; segundo, esto ha sido un gran debate en EE. UU. con organizaciones y fundaciones que han levantado el tema y lo han discutido en medios de comunicación, poniendo los pros y los contras.
¿Hasta dónde está dispuesto usted a mantener este tema en el centro de la discusión?
Tampoco es un tema en el que vamos a gastar todos nuestros esfuerzos para seguir en esta situación.
Ojalá después del 24 (de marzo) podamos tener una posición más unificada de Centroamérica y como bloque presentar en la Cumbre de las Américas el tema de la búsqueda de otras alternativas. Luego va a depender de los presidentes si como en bloque salimos a visitar otros lugares para exponer la situación de violencia que ha vivido Centroamérica.
¿Pudo influir en la decisión de los presidentes para acudir a la reunión del 24 de marzo que EE. UU. no haya concretado un aporte tras la reunión de hace ocho meses y solo haya una promesa para el 2013?
Sí, definitivamente eso estuvo presente también. Lo que pudimos sentir ayer —el martes— en la discusión de los presidentes del área, es por un lado la angustia de que debemos enfrentar ese problema, y por otro lado la frustración en el sentido de decir que cuando se hizo esta reunión —de seguridad— se comprometieron US$1 mil 900 millones, eso dicho por el presidente de Nicaragua, de los cuales no ha llegado ni un dólar.
Esto levanta también en los presidentes de Centroamérica un nivel de frustración de decir: “Tenemos reuniones tras reuniones, hay ofrecimientos de ayuda, pero al final nos quedamos cada quien con nuestra lucha sola en cada país”.
El jefe del Comando Sur asegura que los ejércitos deben participar más en este tema.
Nosotros vemos dos extremos: Uno es la decisión de seguir la ruta de México y darle una escalada militar a la lucha contra los narcotraficantes y el crimen organizado, y el otro extremo es la despenalización.
Entre esos dos extremos hay otras alternativas. Yo personalmente creo que sí.
¿Cuáles?
No quisiera adelantarlas porque necesitamos discutirlas.
¿Hasta dónde puede mantener esta discusión?
Esas decisiones deben ser no solo de los países de la región, sino de forma conjunta. Nosotros no vamos a tomar una decisión unilateral de que Guatemala sola vaya a despenalizar.
¿No teme que de continuar con esta dinámica pueda incomodar a Washington?
No creemos que se convierta en un elemento de roce o fricción con EE .UU., porque además no es eso lo que buscamos. Esto, bien claro y bien entendido, no debería levantar fricciones con EE. UU. en su relación con Guatemala, más bien deberíamos ir encontrando una posición que también ellos puedan participar en este debate.
Si EE. UU. le dice “le aumentamos una considerable cantidad de dinero para continuar la lucha”, ¿podría dejar la idea de la despenalización?
Nosotros no podemos dejar el debate que hemos planteado porque no lo hicimos para tener más recursos. Esta lucha se ha llevado por 30 años y va a tener que llevarse por otros años más, pero lo que no podemos dejar es de plantear también el debate sobre otras rutas.
¿Qué ganaría Guatemala con despenalizar la droga?
Lo primero no gana Guatemala, ganarían todos, porque primero lo que hacemos es que los carteles del narcotráfico pierdan la rentabilidad. Hoy la droga es cara precisamente porque es prohibida, pero será diferente al dejar de ser prohibida, al tener todas las regulaciones que debería tener; es decir, que sea despenalizada no quiere decir que no vaya a ser regulada, tiene que pasar toda una serie de procesos y reglamentos en cada país. Lo que sí ganamos es evitar que la criminalidad siga en los niveles que se han levantado.
Al final pierde el narcotráfico porque va a dejar de ser una actividad rentable y productiva. Además, ganaríamos todos los países porque las instituciones van a dejar de ser debilitadas y corrompidas por las redes del narcotráfico; luego los países podríamos usar esos recursos que hoy disponemos al combate al narco, en la seguridad ciudadana o a los grandes rezagos.