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Huérfanos y viudas viven penurias por asesinato de pilotos

Él era un gran esposo y un padre excepcional, nunca nos faltó nada hasta que lo balearon, y después de 15 días de estar hospitalizado murió, cuenta en un mar de sollozos Sandra Hernández, esposa de Gustavo Adolfo Pérez, piloto de autobús asesinado el 15 de julio del 2009 junto con su ayudante, Alberto Hernández, hermano de Sandra, quien se quedó viuda con cuatro hijos y de la noche a la mañana pasaron a vivir en penurias constantes.

una familiar observa las fotos  de los padres de los hermanos Rosales Hernández.

una familiar observa las fotos de los padres de los hermanos Rosales Hernández.

En silencio, la acompañan Irlanda, de 10 años; Adolfo, 8; Jefferson, 6 —quien llora junto a ella—, y Anthony, 4, quienes prácticamente perdieron la sonrisa y cuyo sufrimiento aumenta en la época de Navidad, cuando inevitablemente recuerdan la sonrisa y la bondad de su padre.

En una humilde vivienda de lámina, dividida en tres habitaciones pequeñas, Sandra y sus hijos intentan sobrellevar la existencia. En el espacio de sala-dormitorio tienen las fotografías del hombre a quien recuerdan cada día.

El primer cambio traumático fue dejar la casa en que habitó con su esposo en un condominio, pues los gastos de servicios de agua, luz, seguridad y mantenimiento eran altos y la economía familiar quedó fracturada.

Con los ahorros que Pérez dejó lograron sobrevivir un tiempo, pero luego la situación empeoró, con la acumulación de pagos pendientes.

Irlanda y Adolfo debieron ser trasladados del colegio al cual asistían a una escuela pública. La niña reprobó el año escolar debido a la dificultad que enfrentó por el cambio de vida.

“Yo extraño siempre a mi papito, y lo recuerdo con amor”, fue todo lo que pudo decir la pequeña antes de ponerse a llorar.

Las palabras son insuficientes para describir la mezcla de ternura y dolor al ver a la madre rodeada por sus hijos y preguntarse, preguntar a los asesinos de aquel buen hombre: “¿Por qué lo mataron?”.

Solís no ha podido conseguir un trabajo estable, pues sabe que sus hijos necesitan de atención y cariño. Sus padres la ayudan a sufragar algunos gastos, pero la realidad es cara.

Sin cena navideña

Sonríen fugazmente al recordar que cuando papá estaba solían comer una pierna de cerdo al horno y ponche de frutas; mal que bien, los pequeños estrenaban alguna prenda y al anochecer quemaban estrellitas y volcancitos.

Sí, había obsequios a la medianoche, recuerdan Irlanda y Adolfo, quienes quisieran cambiar cualquier gran regalo por volver a tener a su padre.

La primera Navidad fue muy difícil. Sandra recuerda que en esa ocasión optó por tomar una pastilla para dormirse y no estar despierta a la medianoche.

Ya han pasado tres años, muchos más pilotos han sido asesinados, otras familias sufren tanto o más que ellos.

Solo en el 2012 han sido asesinados 58 pilotos de buses urbanos y extraurbanos, crímenes atribuidos en su mayoría a extorsiones. Así también, 25 ayudantes han muerto acribillados por sicarios.

A pesar de todo, los niños mantienen una ilusión: poder comer “pollo frito y ensalada rusa” en Nochebuena. Sueñan que es su papá quien se los lleve como en sueños.

Así como los niños Pérez Hernández, hay más huérfanos, y así como Sandra, hay viudas, madres y abuelas que ahora cargan con el desamparo.

En algunos casos han recibido un subsidio por parte del Gobierno, pero aseguran que este año el apoyo ha sido irregular.

Psicoterapia

De acuerdo con Luis Carlos de León, médico psiquiatra del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), después de un hecho violento, la familia de la víctima es quebrantada en su dignidad, integridad e identidad.

El profesional recomienda la psicoterapia, para que los afectados puedan reintegrarse lo más cercano posible a su vida normal antes del suceso.

“Tras un suceso violento, la familia de la víctima puede llegar a vivir una situación de angustia, de ansiedad, de estrés, que no existía hasta antes del hecho”, explicó De León.

Agregó: “Esto lleva a que las personas puedan tornarse desconfiadas, cambian su forma de ser, la manera de plantearse la vida y las expectativas hacia el futuro”. En el caso de los niños, advierte del peligro de depresión, resentimiento o incluso culpa.

El médico aseguró que un hecho violento puede cambiar los patrones de conducta de los familiares de la víctima, lo que lleva a sobreprotección hacia los infantes.

“Los adultos pueden llegar a sobreproteger a los niños. También pueden llegar a convertirse, paradójicamente, en maltrato infantil”, expresó el especialista.

La atención sicológica es vital para superar los traumas dejados por la violencia.

De León enfatizó que la psicoterapia solo puede practicarla un psicólogo o un psiquiatra que tenga entrenamiento en esa rama, pues no se puede improvisar con los pacientes que padecen esos males.

Víctimas inocentes

Édgar Guerra, presidente de la Asociación de Usuarios de Transporte Urbano y Extraurbano (Autue), señala que los pilotos son blanco de los grupos delincuenciales que extorsionan a dueños de líneas de buses, pero aclara que la víctima es toda la familia, que queda en situación de precariedad.

Además, especificó que también han sido asesinados 18 pilotos de microbuses y 46 de mototaxis, por extorsiones. Entre usuarios del servicio ha habido 63 muertos y un centenar de heridos en atracos o atentados en unidades.

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